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3ª edición del libro: Cartas de san Alberto Hurtado, S.J.

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

La novedad de esta 3ª edición radica en que se publican casi 50 cartas inéditas escritas por el Padre Hurtado, desconocidas al momento de las primeras ediciones, que permanecían en poder de los propios destinatarios o de sus descendientes. El libro está a la venta en la librería Metales Pesados y en el Santuario del Padre Hurtado.

Por lo general, un epistolario nos permite adentrarnos de manera íntima y personalizada en la vida y las motivaciones de quien escribe las cartas. En ellas se refleja su entrega a los demás, se comparten sus ilusiones y preocupaciones y conocemos lo que lo estimula a traspasar sus pensamientos e inquietudes al papel. Es por esto que en la introducción de esta 3 edición, Claudio Rolle, director de la colección Biblioteca Jesuita de Chile, define esta selección de cartas del Padre Alberto Hurtado (realizada por Jaime Castellón SJ), como una oportunidad única para conocer ese camino hacia la santidad en sus etapas fundamentales y en sus fundamentos y principios, conociendo lenta y sostenidamente el cómo se construye una vida centrada en ese ‘en todo amar y servir’ ignaciano que marcará una ruta en la vida del joven Alberto”.

NOVEDAD DE LA TERCERA EDICIÓN

A lo largo de las páginas va saliendo a luz un personaje desinteresado que decide entregar su vida por completo a Cristo a través del prójimo. La variedad del contenido de las cartas (los destinatarios van desde amigos y familiares, hasta el Papa Pío XII, pasando por superiores, otros sacerdotes y jóvenes que tenían al Padre Hurtado como director espiritual) hacen posible formar una imagen completa de un hombre que dedicó hasta su último esfuerzo para cumplir las metas y sueños que tenía para la Iglesia Católica. En el recorrido vital de Alberto Hurtado hay momentos, argumentos, acciones e ideas que nos lo muestran como alguien que se anticipó a su tiempo y en las cartas que aquí se presentan podemos encontrar una verdadera cantera de elementos que pocos años después de su muerte comenzaron a hacerse manifiestos en la vida de la Iglesia”, dice Claudio Rolle.

En esta ocasión, Jaime Castellón SJ presenta la correspondencia en un orden cronológico, lo que es una gran diferencia con respecto a otras ediciones, por lo que incluso quienes ya conozcan el contenido del libro encontrarán una novedad en este compilado. La secuencia temporal presentada da cuenta del proceso interior que hubo en Alberto Hurtado y cómo se fue desarrollando su pasión por la acción social, la ayuda a los pobres, su insaciable apetito intelectual y su aporte a la Iglesia Católica. En palabras del propio Jaime Castellón: El orden cronológico permite comprender mejor el itinerario interior de san Alberto Hurtado, y ayuda a visualizar el conjunto de inquietudes que en cada etapa de su vida conmueven su corazón.”

No podemos dejar de lado las precisas notas al pie de Jaime Castellón SJ, que acompañan la lectura contextualizando las cartas, haciendo posible un completo entendimiento de las situaciones en que nace cada carta, las características del destinatario y el entorno que rodea a Alberto Hurtado al momento de escribirlas.

 

CARTAS DE JUVENTUD

 

En un comienzo se nos presentan las cartas de juventud del Padre Hurtado, donde con tan solo 15 años de edad, el futuro sacerdote jesuita ya demuestra un interés gigante por su religión y un profundo deseo de participar activamente del rol social de la Iglesia. En ellas el joven Alberto se refleja como un ávido lector, deseoso de aprendizaje y sabiduría, por lo que no solo consume novelas y literatura, sino que a su corta edad ya se introduce en el mundo de la filosofía y teología. Además, vive fervientemente su fe en el día a día y se preocupa de que sus cercanos también lo hagan de esta manera. “¿Por qué no haces cada día o semana un propósito, aunque sea en mortificarte en cosas pequeñas, o para adquirir cualquiera virtud, y examinarte en la mañana y en la noche si lo has cumplido bien, examinarte nada más que de ese propósito, dolerte de no haber hecho más por Dios y proponer el hacerlo mejor?”, dice Alberto a Manuel Larraín (su amigo que en un futuro sería obispo) en una carta enviada a los 16 años, lo que junto con demostrar la preocupación que tenía por él, denota que ya ha desarrollado un conocimiento de los métodos utilizados por grandes personajes de la Iglesia, en este caso sugiriendo el examen particular propuesto por San Ignacio.

 

FORMACIÓN EN EUROPA

Más tarde, san Alberto logra su sueño de ingresar a la Compañía de Jesús donde comenzó con sus estudios, que a la larga lo arrastraron fuera de Chile para formarse en Córdoba, Barcelona y Lovaina. La felicidad de Alberto al ingresar era tremenda: “Por fin me tienes de jesuita, feliz y contento como no se puede ser más en esta tierra. Reboso de alegría y no me canso de dar gracias a Nuestro Señor porque me ha traído a este verdadero paraíso, donde uno puede dedicarse a Él las veinticuatro horas del día, sirviéndolo y amándolo a todas horas y donde toda acción tiene el fruto de ser hecha por obediencia. Tú puedes comprender mi estado de ánimo en estos días, con decirte que casi he llorado de gozo”. En esta etapa, Alberto comienza a ganarse los elogios de todos sus superiores y ya comienza a asomarse como una figura especial al interior de la orden. Conocemos su infatigable espíritu de trabajo participando en la creación de la Facultad de Teología de la Universidad Católica.

A su regreso a Chile comienza con su labor de apostolado sacerdotal, siempre atento a las necesidades de los demás y muy involucrado en su trabajo como director espiritual. Llama la atención su humildad y disposición ante las críticas que recibe hacia su persona, siempre abierto a escuchar y trabajar para mejorar, pero nunca con blandura, manteniéndose firme a sus ideales y principios.

Más tarde, trabajó como asesor de la Acción Católica de Jóvenes, labor en la que se preocupó de abrir la puerta a todos los católicos y formar a la juventud para hacer frente a los problemas sociales del país. Es en esta época cuando comienza a mostrar sus deseos de enseñar un Cristo humilde y paciente, la relevancia de la caridad y la importancia de lo divino por sobre lo humano. Su salida de esta institución ocurriría tras injustas acusaciones, pero a pesar de ello, Alberto Hurtado supo reaccionar con mansedumbre y cerrar su trabajo prensando en quienes lo sucedieran.

 

SU ÚLTIMA CARTA

Luego de su salida de la Acción Católica, nace en él un deseo de introducirse por completo en la acción social, donde se le ve tremendamente preocupado por la situación de Chile en este ámbito. Destaca ante todo el informe que entrega al Papa Pío XII, donde hace un catastro y resumen de los conflictos sociales de la nación, advirtiendo el peligro inminente de ellos: En mi opinión, el mayor peligro está en que parecemos no darnos cuenta del peligro. Creemos estar todavía en un país profundamente católico y pensamos que las agitaciones sociales son el efecto únicamente del oro ruso y que la propaganda protestante no es sino resultado del dólar americano. Los sacerdotes y aun los Obispos, no parecen darse bien cuenta de la inmensa tragedia que nos va a tomar desprevenidos.”

Así es como se gesta la fundación del Hogar de Cristo, bajo los principios del amor al prójimo, la humildad, el servicio y la ayuda a los pobres. Aquí el Padre Hurtado deja hasta la última gota de sudor para llevar a cabo su objetivo, lo que vemos reflejado en una gran intensidad en sus escritos y un incremento en sus actividades, recolectando todas las necesidades para su proyecto. Paralelamente lo vemos sumergido en los movimientos obreros, inquieto por la politización de los sindicatos, lo que finalmente desembocaría en su otra gran obra, la ASICH (Acción Sindical Económica y Chilena). Esta completa entrega de su vida no se detuvo hasta el último momento de ella. Hasta sus últimos días escribió, estudió y trabajó por el bien de los demás. Su partida inminente lo lleva a ponerse en manos de Dios y es en la recta final cuando vemos resumidos sus principios y más profundos anhelos. San Alberto Hurtado muere a los 51 años, luego de haber dedicado todas sus fuerzas a la Iglesia, casi siempre a través del pobre.

El epistolario funciona como la fuente directa y la mejor manera de conocer en primera persona y en carne viva el día a día de una vida admirable, de constante servicio y completo desapego. Las cartas no solo denotan las extraordinarias características que llevaron a que el Padre Hurtado fuese considerado como un Padre de la Patria. En ellas vemos un llamado a vivir la fe a tiempo completo y a dedicar y entregar la vida para el bien común de nuestra sociedad. Esta firmeza y fortaleza de espíritu, mezclada con grandes dosis de sacrificio explican el porqué de su canonización y el gigantesco aporte que fue para todas las instituciones en que participó. Pocos días antes de partir, deja un último registro para sus amigos del Hogar de Cristo, que cumple como el testamento de años de servicio: Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo: el que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo”.

 

Ficha del libro:

Cartas de san Alberto Hurtado.

Tercera edición renovada y aumentada

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Selección, presentación y notas

de Jaime Castellón, S.J.

398 páginas

En venta en Santuario del Padre Hurtado y Librería Metales Pesados (Alameda  Nº 1869). $11.000 (IVA incluido)

US$ 16 – € 14

 

 

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"¡Qué grande respeto de Dios conmigo! Me pide, no me obliga. Aún me admitiría en el cielo, a pesar de mi desvío."