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“Alberdaridad”: el valor de la solidaridad en el Padre Hurtado y en el papa Francisco (parte II)

Hoy continuamos la reflexión de la relación entre solidaridad, del reconocimiento de los vínculos que los hombres y mujeres tenemos entre nosotros, comenzada la semana pasada por el profesor Ian Henríquez. Nos acompaña la Camioneta Verde, ícono de la solidaridad en Chile. Este Mes de la Solidaridad visitó muchos lugares. En la foto vemos al capellán de la Universidad Finis Terrae, padre Pablo Redondo. La Facultad de Derecho de esta universidad lo eligió como patrono.

Sobre la relación entre solidaridad y responsabilidad personal, conviene tener presente que: “El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos: son deudores de aquellas condiciones que facilitan la existencia humana, así como del patrimonio, indivisible e indispensable, constituido por la cultura, el conocimiento científico y tecnológico, los bienes materiales e inmateriales, y todo aquello que la actividad humana ha producido. Semejante deuda se salda con las diversas manifestaciones de la actuación social, de manera que el camino de los hombres no se interrumpa, sino que permanezca abierto para las generaciones presentes y futuras, llamadas unas y otras a compartir, en la solidaridad, el mismo don”. (CDSI N° 195).

“El término «solidaridad» expresa, en síntesis, la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento común, compartido por todos. El compromiso en esta dirección se traduce en la aportación positiva que nunca debe faltar a la causa común, en la búsqueda de los puntos de posible entendimiento incluso allí donde prevalece una lógica de separación y fragmentación, en la disposición para gastarse por el bien del otro, superando cualquier forma de individualismo y particularismo”. (CDSI N° 194).

El Padre Hurtado no se cansaba de llamarnos a la solidaridad. La palabra que él usaba era “sentido social”. Para hacerlo, se dedicó a proclamar por medio de su palabra y escritos la enseñanza social de la Iglesia.

Ahora bien, la solidaridad en tanto es, como se ha dicho, “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”, implica primeramente una propia virtud moral, que se eleva al rango de virtud social fundamental (CDSI N° 193). Con todo, tiene aún una segunda dimensión, ya no sólo en tanto virtud, sino, en estrecha conexión, como principio ordenador de las instituciones: “La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las «estructuras de pecado», que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos» (ídem). “La cultura de la solidaridad expresa concretamente la participación en la construcción de una sociedad fraterna” (Mensaje a la Asociación de Voluntarios Cornelia de Lange, mayo 2022).

Dado que estamos primariamente en el plano de la virtud, que se proyecta ampliamente en la esfera social, “existen vínculos estrechos entre solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el mundo” (CDSI N° 194). La solidaridad, ha dicho Francisco, “Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos» […]). La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra”. Como es obvio, no se satisface ni agota con una mera declaraciones, sino que se construye «tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humano” (Audiencia General 2 de septiembre de 2020). “La cumbre insuperable de la perspectiva indicada es la vida de Jesús de Nazaret” (CDSI N° 195).

Por eso Alberto solía preguntarse, y así se lo sugería a sus amigos que lo hiciesen, ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Esa es, por lo demás, “la contraseña” que Francisco propuso a los jóvenes en su visita a nuestro país. Alberto y Francisco nos dan el mismo consejo. ¿Te animas a seguirlo? Qué bello sería unir tu nombre con el de solidaridad.

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