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“Alberdaridad”: el valor de la solidaridad en el Padre Hurtado y en el papa Francisco

Al final del Mes de la Solidaridad, el profesor Ian Henríquez nos invita a reflexionar en estos dos principios a partir de la Enseñanza Social de la Iglesia. Esta es la primera de dos entregas

Esa gran artista chilena que es Cecilia Vicuña, gustaba de hacer “palabras maleta”, esto es la creación, a manera de jugarreta seria, de una palabra a partir de dos o más, combinando sus sentidos. Lewis Carrol fue un notable precursor de esa forma literaria. Ahora bien, Alberto tuvo un muy amplio sentido de la solidaridad, y no exageraríamos si dijésemos que se hizo uno con ella. De ahí el título de este post, “Alberdaridad”.

En estrecha conexión con lo anterior, en Alberto Hurtado maduraron y maceraron tres sentidos de un modo privilegiado: sentido de lo humano, sentido de la trascendencia y sentido de su época. Alberto fue un hombre de su tiempo. Esa actitud se reflejaba en muchas facetas de su vida: desde estar al tanto de las últimas corrientes pedagógicas, hasta solicitar un teléfono para su habitación –hecho inusual a la sazón–. Tal sentido de su tiempo le llevaba, asimismo, a interiorizarse del magisterio social de la Iglesia, del cual fue un importante difusor y apologeta, lo cual le valió no pocas incomprensiones, y aun enconos y desdenes.

Como sencillo pero sentido homenaje a nuestro santo, ya hacia el término del mes de la solidaridad, quisiésemos emular la actitud albertaria, glosando brevemente el magisterio reciente respecto de esta nobilísima virtud –la solidaridad–, que él supo cultivar de una manera extraordinaria, consciente siempre del necesario auxilio de la gracia para su plena fecundidad.

Partamos de una constatación elemental: los seres humanos somos frágiles, vulnerables, y nos necesitamos los unos a los otros, al punto que es imposible nuestra existencia misma sin los demás. A esa primera constatación básica, añadamos una segunda: todos, querámoslo o no, estamos interconectados, relacionados, al punto de ser interdependientes: “Soy humano y nada de lo humano me es ajeno”, dice un antiguo verso del poeta latino Terencio. La actual pandemia y la crisis ecológica han puesto muy de manifiesto este hecho primario.

Asentado lo dicho, “La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia [CDSI], N° 192). Esto, pues, “la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético- social igualmente intenso” (ídem). En efecto, si cada uno de nosotros depende intrínsecamente de los demás, es necesario que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad no sólo para consigo mismo, sino también para con los demás.

El Padre Hurtado, su Santuario de Estación Central y los aromos se han convertido en un símbolo de la solidaridad, que en San Alberto siempre estuvo unida a la subsidiariedad. En la foto, visita de trabajadoras de casas particulares al Santuario Padre Hurtado en compañía de Fundación Santa Zita y Vicaría de Pastoral Social, 21 de agosto 2023.

La solidaridad, por consiguiente, “es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. (Sollicitudo rei socialis N° 38). Para su adecuada comprensión, es importante tener en vista que: “El ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Los que cuentan más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Estos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte, los grupos intermedios no han de insistir egoísticamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás».(Sollicitudo rei socialis N° 39).

Llegado a este punto, conviene hacer notar, entonces, que la solidaridad presupone la responsabilidad de cada persona, el ejercicio de su propia libertad y de las comunidades que integra, lo que, a su vez, implica de modo necesario la subsidiariedad de las sociedades mayores y finalmente del Estado. Solidaridad y subsidiariedad son dos principios inseparables (Fratelli Tutti N° 187). Una comunidad política que propicie y fomente la solidaridad, debe asumir necesariamente la responsabilidad y participación de sus ciudadanos y la subsidiariedad del Estado. Ha dicho Francisco: “Los principios de solidaridad y subsidiaridad, correctamente conjugados, están en la base de una sociedad que incluye, no descarta a nadie y favorece la participación. Sin la subsidiaridad no hay verdadera solidaridad, porque se corre el riesgo de no dar voz a las capacidades, a los talentos que florecen en los cuerpos intermedios. Las familias, las cooperativas, las empresas, las asociaciones son el tejido vivo de la sociedad. Darles espacio y voz significa liberar energías para que el bien común sea fruto del empeño y de la solidaridad entre todos” (discurso de 9 de diciembre de 2022).

Continuará la próxima semana)

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