1. Muchas definiciones se pueden dar de nuestra época: edad del maquinismo, del relativismo, del confort. Mejor se diría una sociedad de la que Dios está ausente.
2. Esta despreocupación de Dios no está localizada en un país: es una ausencia universal. Es un hecho y una intención sistemática.
3. Dios está ausente, expulsado del corazón mismo de la vida. La sociedad se ha encerrado en este rechazo de Dios y su ausencia la hace morir.
4. El sentido del hombre ha reemplazado al sentido de Dios… Estaba reservado a nuestro siglo una negación más radical: la negación de Dios y su reemplazo por el hombre.
5. El pecado del mundo actual es, como en tiempos antiguos, la idolatría; ¡la idolatría del hombre!
6. Dios en sí mismo no parece interesarnos. La contemplación está olvidada, la adoración y la alabanza son poco comprendidas.
7. Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, la salud, el placer, la comodidad: lo que sirve al hombre.
8. Si pensamos en Dios, siempre hacemos de Él un medio al servicio del hombre: le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos.
9. El criterio de la eficacia, el rendimiento, la utilidad, funda los juicios de valor.
10. No se comprende el acto gratuito, desinteresado, del que nada hay que esperar, económicamente. Mucho menos se entiende el valor del sacrificio, el profundo sentido del fracaso, como la Redención (que) fue un fracaso humano.
11. Hasta los cristianos a fuerza de respirar esta atmósfera, estamos impregnados de materialismo práctico: confesamos a Dios con los labios, pero nuestra vida está lejos de Él.
12. A veces Dios es un cómodo vecino a quien se puede pedir ayuda en apuro o en caso de necesidad. Cuando no se puede salir del paso, se reza, esto es, se pide al bondadoso vecino que lo saque del peligro, pero se volverá a olvidar de Él, cuando todo salga bien.
13. La inmensa amargura del alma contemporánea, su pesimismo, su soledad… la neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo, ¿no son el fruto de un mundo que ha perdido a Dios?
14. Los burgueses del espíritu… los que quieren gozar aquí y allá, no renuncian al cielo, pero con tal que les dejen poseer la tierra. Son los hombres que no tienen el valor de mirar la verdad y sacar sus consecuencias.
15. Se había prometido un mundo nuevo y, ¿qué tenemos? Una civilización materialista que mata el esfuerzo personal, la búsqueda artística y, por tanto, la verdadera civilización.
16. Una generación que tiene puestos los ojos en la materia, ¿cómo podrá comprender los valores del espíritu?
17. ¿Qué lugar encontrará una religión que encierra la perfección en la pobreza del espíritu, en la humanidad, en la cruz cargada tras los pasos de Jesús?
18. Si los cristianos se amarran a esta tierra y no guardan ojo sino para lo terreno, el mundo tendrá derecho a pensar que su fe es vacía.
19. …Y los que no creen, al ver cristianos tan desteñidos, de fe tan superficial, rechazarán asqueados una religión en la que no encuentren ningún valor que los entusiasme.
20. Dos grandes contradicciones sufrirá nuestra fe en la época en que vivimos: una viene del placer y otra del dolor.
21. El placer que nos lleva a encorvarnos hacia la tierra, como si fuese la patria definitiva. Cuando se cede a sus insinuaciones se muere para todo lo sobrenatural. Se pueden guardar las prácticas, pero la fe honda, profunda, la que inspira los grandes sacrificios está muerta del todo.
22. Nuestra época sufre la horrenda tentación del placer, sin tasa ni medida.
23. El choque más vehemente entre el espíritu de Cristo y el espíritu del “mundo” se realiza en el terreno de las riquezas. Sus puntos de vista son irreconciliables. La civilización ha convertido la vida moderna en un aparente paraíso, cuya llave de entrada se llama dinero.
24. Aún entre los católicos se nota cierto derrotismo. El placer y el escándalo del dolor (llega a minar) la fe de los buenos, que a veces sienten vacilar su confianza.
25. El olvido de Dios… más grave aún que el olvido de lo social.
26. Al hombre siempre le falta tiempo para pensar en Él. Todo tiene que despacharse antes que pueda pensar con reposo en Dios. Y el reposo no viene, nunca viene.
27. En nuestro siglo de agitación y de ruido, los grandes ideales no brillan; se confunden con las miles de lucecitas que se encienden artificialmente todos los días.