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Carlos Aldunate S. J: Un jesuita de 102 años

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

Este 18 de julio ha muerto el padre Carlos Aldunate, jesuita de 102 años. Junto a su hermano José Aldunate, también jesuita y que tienen actualmente 101 años, conocieron y fueron muy amigos del Padre Hurtado. Los recuerdos de su vida se entrelazan con la de san Alberto, según narra este In Memoriam de la Compañía de Jesús en Chile. Lo despedimos con emoción y gratitud.

“Uno de los pilares fundamentales en la vida de Carlos fue su hermano José. Desde niños crearon una relación muy estrecha, aunque siempre con formalidades propias de su educación. Siempre fueron cómplices en todo: en el humor, las travesuras, los estudios y hasta en las decisiones más importantes de sus vidas –como el ingresar a la Compañía–. Era tanta la admiración que sentían el uno por el otro que no habían muchas cosas que pudieran hacer por separado. “Pepe” y Carlos se sentían como uno solo. Incluso ambos tuvieron la oportunidad de conocer al Padre Alberto Hurtado, hecho que los marcó profundamente: en él vieron a un ser increíblemente carismático, apasionado y enamorado del servicio dedicado a los que más lo necesitaban. Esto motivó a Carlos aún más en su rol educacional y en su sentido deber con los más jóvenes, desarrollando un especial cariz en el ministerio de los Ejercicios Espirituales, que practicaría posteriormente. Su familia, sin embargo, nunca vio con buenos ojos la amistad que desarrollaron con el Padre Hurtado: el padre de los Aldunate criticaba constantemente a través de cartas publicadas en el diario El Mercurio las ideas “demasiado liberales” del Padre Hurtado. Carlos, siempre respetuoso y tranquilo, prefería alejarse de aquellas discusiones.

En esta foto puedes ver a ambos ambos hermanos (a la derecha en primera fila) en la Tumba de san Alberto, cuando vino el Papa Francisco en enero de este año.

Pasión por los Ejercicios Espirituales

Durante la década del 60 los caminos de los hermanos comenzaron a separarse: Pepe se enfocó en los derechos humanos y en una misión de sacerdote obrero – motivada aún más luego del golpe militar–, mientras que Carlos se interesó por la Renovación Carismática. Así, en 1976 Carlos se traslada a la Casa de Estudiantes de la calle Ejército 72, donde se dedica a dar retiros y orientaciones, además de desempeñarse como asesor oficial del Movimiento Carismático, convirtiéndose en una gran figura al volver la visión del movimiento a sus raíces, centrada en la espiritualidad, en vez de en las cosas exteriores.

También destacó por sus servicios y pasión en los Ejercicios Espirituales: si bien tradicionalmente son concedidos por sacerdotes, Carlos decidió formar una agrupación de laicos a los cuales les enseñó, a través de cursos, cómo darlos a otras personas. Carlos quería alejarse de la idea de que los Ejercicios debían tener los días contados o que debían hacerse encerrado en una casa, sino que más bien quería implementarlos a la vida cotidiana de todas las personas. Sus cursos se fueron haciendo cada vez más conocidos en el Movimiento Carismático, lo que lo llevó a recorrer varias partes de Chile y Argentina enseñando a laicos sobre los Ejercicios Espirituales”.

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