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#Chile una misión por cumplir: El perdón conviene II

La semana pasada hicimos una primera parte de la entrega del ensayo de los profesores Federico Ponzoni y Francisco Espinoza, sobre “La razón y el perdón en tiempos fuera de quicio”. En la primera parte, se expuso las reflexiones sobre el perdón de Hannah Arendt, filósofa judía-alemana que sufrió las consecuencias del Holocausto, y para quien el perdón era una cuestión no solo personal, sino social.
En esta segunda parte, Ponzoni y Espinoza exponen el pensamiento de Jacques Derrida, quien dice que el perdón solo existe cuando perdona lo imperdonable. ¿Podemos aplicar este pensamiento a lo sucedido en Chile durante la dictadura?

Como cristiano y ser humano, el Padre Hurtado también pidió perdón y lo ofreció. En un malentendido muy doloroso que tuvo con Monseñor Salinas, un antiguo amigo, en la dirección de la Juventud Católica, le escribe en una carta: “¡Dios quiera que no se me haya escapado alguna frase menos exacta o que sea el reflejo del amor propio más bien que de la absoluta verdad! Si esto hubiera ocurrido no tengo más que pedirte perdón a ti y al Padre de los cielos”.
Solo las almas grandes perdonan y piden perdón, para poder seguir adelante. ¿Tenemos los chilenos alma grande? Esperamos y confiamos que sí.

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La razón y el perdón en tiempos fuera de quicio II

Parcialmente en respuesta a Arendt, Derrida afirmará que sólo se puede perdonar lo que es imperdonable, porque “si perdono lo que sólo es venial, es decir, excusable, perdonable, ligera falta, falta cometida y mensurable, determinada y limitada, en ese momento, no perdono nada. Si perdono porque es perdonable, porque es fácil de perdonar, no perdono. No puedo, pues, perdonar, sino allí donde hay algo imperdonable. Allí donde no es posible perdonar. Dicho de otra manera, el perdón, si lo hay, debe perdonar lo que es imperdonable; de otro modo eso no es un perdón.” Esta comprensión del perdón permite –como veremos en unas líneas más – mirar al mal de la dictadura en su abismo de “imperdonabilidad”. Y es que Derrida sugiere la posibilidad, casi como si fuera una secreta utopía, de poder perdonar justamente lo que es imperdonable. La extraña y provocativa lógica del perdón, llevada a sus consecuencias últimas, lleva Derrida a responder a los interrogantes sobre la legitimidad y límites del perdón afirmando que dicha lógica “ordenaría conceder el perdón ahí donde este no es pedido ni merecido, e incluso para lo peor del mal radical”.

El pensamiento radical de Derrida, con la lógica férrea propia de un uso pleno de toda la potencia de la razón humana, obliga, por lo tanto, a aplicar al caso de la historia de Chile la categoría de perdón. Un perdón que, por lo tanto, abre radicalmente a un futuro que no censura el pasado, sino que se hace cargo del dolor provocado por una herida que debe permanecer abierta. “La historia continúa contra un fondo de interrupción de la historia, en el abismo, más bien, de una herida infinita, y que en la cicatrización misma permanecerá, deberá seguir siendo herida abierta y no suturable”.

El Padre Hurtado, como cualquier persona, también tuvo que perdonar y pedir perdón. Acá lo vemos en su
despedida de laico, el 14 de agosto de 1923con Augusto Salinas, sentado a su izquierda. Más tarde, Salinas
sería nombrado obispo y sería el Asesor Nacional de la Acción Católica. En tal cargo, tendría diferencias
importantes con el Padre Hurtado, que llevarían a este último a renunciar, lo que le dolió mucho. En las
vidas de los santos también se dan estas cosas…

¿Será posible perdonar de esta forma? Derrida advierte que esa clase de perdón es imposible. Y en verdad lo es. Por todas las razones que hemos dicho anteriormente: el pasado es pasado y la historia no se puede reescribir; sólo las víctimas pueden perdonar; la dictadura fue un abismo de mal que la excluye de los límites de lo perdonable. Por eso deberíamos afirmar en el caso de la dictadura: “el perdón, si es posible, no puede advenir sino como imposible”.

La lógica de Derrida, siguiéndola en un último pasaje, lleva a afirmar que el perdón, siendo algo imposible, sólo se puede y debe esperar como una novedad radical. Y es sabido que en la historia humana suceden novedades. Esperar esta novedad es, desde esta perspectiva, una responsabilidad inescapable que la razón asigna a cada ser humano, de cada época histórica, especialmente a los chilenos en ocasión de los cincuenta años del Golpe de Estado.

Una última consideración se hace necesaria para los autores de este texto. Lo que para Derrida es objeto de esperanza y responsabilidad frente a algo imposible, para ellos es experiencia cotidiana: en el ámbito cristiano, el perdón es acontecimiento de un imposible que sucede a diario.

Este tiempo está fuera de quicio, es cierto, pero vivir en él no es una maldición; al contrario, es una responsabilidad que exalta la razón humana a utilizar sin resquicios toda la gloriosa potencia que le es propia. Sólo un tiempo que olvida la razón se vuelve tan irresponsable como para no abrirse al perdón de lo imperdonable.

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Francisco Espinoza es profesor de filosofía UC y estudiante de Magíster en Pensamiento Contemporáneo UDP.

El Padre Federico Ponzoni es sacerdote de Comunión y Liberación, y Doctor en Ciencias de la Educación USACH y Académico UC

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