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Cristo sigue viviendo en los niños que nada tienen

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

Cada diciembre, el Padre Hurtado escribía en los periódicos de su época y en la revista del Hogar de Cristo, sobre la Navidad que pasarían los más pobres y excluidos de Chile. En las siguientes columnas invita a “dar” a quienes puedan hacerlo, ya que “Esto le hará pasar a usted unas felices Navidades y gozará de la honda, de la inmensa alegría de dar. Es más feliz el que da que el que recibe”. En especial en Navidad, cuando cobran tanta fuerza estas palabras que repetía: “El pobre es Cristo”.

Cien colchones… por ese Niño que durmió en un pesebre

El Mercurio. 12 de diciembre de 1948.

“Un regalo práctico de Navidad me atrevo a solicitar para el Hogar de Cristo: cien colchones, trescientas frazadas, cuatrocientas sábanas, cien catres, cien almohadas… tanta prosa dirán los lectores esta prosa realista, si obtiene su resultado, permitirá a cien niños vagos de Santiago que hoy duermen botados en la calle sin tener más colchón que el duro suelo ni más almohada que la solera de piedra, poder dormir como cristianos, dormir como dormimos nosotros, los que leemos estas líneas.

Al acercarse la Navidad recordamos todos con emoción a ese Niño que durmió en un pesebre y fue reclinado entre las pajas. Creo que ningún obsequio podrá serle más agradable que el hacer que otros niños, en los cuales Él continúa viviendo en medio de nosotros, descansen como seres humanos y se incorporen a la sociedad como miembros útiles.

A nombre de esos hijos de nadie, de esos mismos que se habrían perdido sin vosotros y que llegarán a ser hombres de valer gracias a vosotros “bienhechores”, os damos anticipadamente las gracias…”

Para la Pascua de los que nada tienen

Hogar de Cristo, 10 diciembre 1949.

“Usted que es de corazón generoso, comprende lo triste que es la vida de los que nada tienen. No tienen hogar, no tienen ropas sino harapos; no tienen comida, sino la que les dan, o la que forzados por la necesidad toman de donde pueden…, pero lo que es más triste ¡no tienen a nadie en la vida! No conocen el beso de madre sobre sus frentes, ni el cariño del padre.

Aunque parezca increíble son éstos, muchos centenares, miles dicen algunos. En noviembre de este año pasé a medianoche por el transformador eléctrico de Alameda cerca de Estación Central: treinta niños allí acurrucados con sus perros, expuestos a que un accidente acabe con sus vidas. Accedieron a acompañarme al Hogar de Cristo. ¡Qué cuadro! uno con la pierna cortada por el tranvía, un niño de cuatro años llevado en brazos por el mayorcito y que lloraba inconsolable, otros desgreñados, o rapados por Investigaciones.

En el Hogar de Cristo estos niños, hijos de nadie, encuentran hogar, comida, abrigo, educación, cariño… Quisiéramos que el día de Pascua de Navidad sea un día de alegría para los que siempre han carecido de ellas. Ayúdenos a alegrar esos centenares de pobres hermanos nuestros con su generosa limosna.

El Hogar de Cristo le ofrece a usted un regalo, no sólo le pide, sino que también le ofrece: la dicha inmensa que tendrá usted al saber que con su desprendimiento generoso ha hecho felices a otros seres. Esto le hará pasar a usted unas felices Navidades y gozará de la honda, de la inmensa alegría de dar. Es más feliz el que da que el que recibe.

Mirad sus fotos…

Revista del  Hogar de Cristo Nº13, Diciembre 1951.

“Para usted y todos los suyos. ¡Que sus mejores votos se cumplan!

El Hogar de Cristo quisiera alegrar esta noche, y continuar después ayudándolos en la vida, a lo que nada tienen, a los que han de vagar porque no tienen un rincón que puedan llamar propio.

A los niños. Algunos se han encontrado en la calle desde que nacieron, otros desde los tres años… Mirad sus fotos. Otros, desde que perdieron a su padre o a su madre…

A las madres. Que a nuestras puertas llegan, con dos y tres niños que son única riqueza.

A tantos hombres, cansados, derrotados por la miseria o la enfermedad. Si no hubieran tenido el Hogar de Cristo habrían muerto de hambre o de frío.

A los ancianos, que todo lo dieron, y sólo piden al Hogar luz y calor para sus últimos días.

A todos los más pobres, a nuestros hermanos que vagan quisiéramos alegrar. ¡Ayudadnos buenos amigos del Hogar de Cristo!”

 

 

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