Su primera visita al Museo del Padre Hurtado. Esa es la invitación que la Fundación Padre Alberto Hurtado les hizo a doce adultos mayores de las hopederías de Mujeres y Van Der Rest más sus acompañantes, en la mañana del jueves 5 de septiembre. Otras 14 personas, esta vez todas autovalentes, hicieron el mismo recorrido en la tarde.
No importaron ni el frío de la mañana, ni las sillas de ruedas, ni los bastones, puntuales llegaron los visitantes hasta el Museo ubicado en el Santuario del Padre Hurtado. La gestión realizada por la Fundación del mismo nombre fue una alegría total.
Curiosos, atentos, conocedores, escucharon las explicaciones que les daba el gestor cultural y de vinculación del Museo, Sebastián Andrade, en el recorrido por las dimensiones del santo chileno: humana, cristiana, social y universal. Algunos de ellos lo vieron, lo conocieron, y lo recuerdan con mucho cariño. Geofil (nombre español) llegó a Chile desde España a los 8 años, traído por su abuelo que arrancaba de la guerra. Él cuenta que vio al Padre Alberto en el Río Mapocho recogiendo niños, “una vez sacó a una guagüita” dice, y agrega, “Yo tenía 15 años cuando conocí la camioneta verde”.
Beatriz dice deberle todo al Padre Alberto, porque –cuenta- al morir su madre ella se sintió perdida, y cada vez que rezaba en la capilla, sentía al Padre Hurtado vestido entero de blanco que le hablaba y le decía qué camino tomar.
Rosita en cambio se admira aún de su fe. “Yo era rebelde, más que Santo Tomás que tenía que ver para creer”, cuenta. Agrega lo mismo que dicen casi todos: “El santo me fue dando sorpresas en la vida cuando yo estaba muy mal, y ahora estoy con él”.
Y como Dios obra en formas sorprendentes, el grupo de adultos mayores, luego de un compartir fraterno, se encontró con otros visitantes, niños del Liceo José Domingo Cañas que quisieron cantarles y alegrarlos un momento. Momento mágico y sorpresivo en las puertas del Museo del Padre Hurtado.
Los adultos mayores de las hospederías se llevaron de regalo una foto del san Alberto para poner cerca de sus camas, a ejemplo del Padre Hurtado que tenía la foto de su madre en el velador.