loader image
Día de todos los santos: la mejor versión de mí

En la espléndida saga de Star Wars, hay un diálogo entre Anakin Skywalker (Hayden Christensen) y Padme Amidala (Natalie Portman) en la que él, luego de haber matado a los asesinos de su madre, poseído por la ira, le dice a ella que no es esa su mejor versión de sí mismo.
En otro vértice, tal vez a alguno de nuestros lectores le venga a la mente una bachata de moda que precisamente dice: “La mejor versión de mí no la conociste tú”.

Creo que es experiencia compartida aquella de atisbar que efectivamente hay una mejor versión de cada uno. Algo de incompleto se advierte en nosotros. No es sólo nuestra evidente y manifiesta imperfección, sino esa misteriosa, pero siempre presente, sensación de que podemos ser mejores de lo que realmente somos. Recordemos que, a lo menos desde nuestra adolescencia, intuimos que sí es posible levantarse más temprano, o hacer más deporte, o lograr destinar más tiempo al estudio, o estar mejor dispuesto para las necesidades de los demás. Probablemente, cada inicio de año nos recuerda una y otra vez este atávico deseo.

Alberto alcanzó la mejor versión de sí mismo, y es lo que acabamos de conmemorar el pasado 23 de octubre: el día de su canonización. A él le gustaba recordar que todos nosotros estamos llamados a ese grado de perfección, posible en el orden humano, inundado por la Gracia. En distintas ocasiones se pronunció de una manera muy clara y explícita a ese respecto.
En efecto, en una época convulsionada por la posguerra, deslumbrada por los avances técnicos e inmersa en la cultura de confort, decía Alberto:

“El trágico problema de la falta de rumbo, es tal vez el más trágico problema de la vida. El que pierde más vidas, el responsable de mayores fracasos. Yo pienso que si los escollos morales fueran físicos, y la conducta de nosotros fuera un buque de fierro, por más sólido que haya sido construido, no quedaría sino restos de naufragios. Si la fe nos da el rumbo y la experiencia nos muestra los escollos, tomémoslos en serio. Mantener el timón. Clavar el timón, y como a cada momento las olas y las corrientes desvían, rectificar, rectificar a cada instante, de día y de noche… ¡No las costas atractivas, sino el rumbo señalado! Pedir a Dios la gracia grande: ser hombres de rumbo. 1º punto: El puerto de partida. Es el primer elemento básico para fijarlo. Y aquí clavar mi alma en el hecho básico: Dios y yo. El primer hecho macizo de toda filosofía, de todo sistema de vida: Vengo de Dios, sí, de Él. Todo de Él. Nada más cierto, y sobre este hecho voy a edificar mi vida, sobre este primer dato voy a fijar mi rumbo. Tomar en serio estas verdades: Que sirvan para fundar mi vida, para darme rumbo. De aquí también esa actitud, no de orgullo, pero sí de valentía, de serenidad y de confianza, que nos da nuestra fe: No nos fundamos en una cavilación sino en una maciza verdad. 2º punto: El puerto de término. Es el otro punto que fija el rumbo. ¿Valparaíso o Liverpool? De Nueva York salía junto a nosotros el ‘Liberty’, un portaaviones… ¿A dónde se dirigen? Desde la Universidad de Chile o desde la fábrica, ¿a dónde? ¡El término de mi vida es Él! 3º punto: El camino. Tengo los dos puntos, los dos puertos. ¿Por dónde he de
enderezar mi barco? Al puerto de término, por un camino que es la voluntad de Dios. La realización en concreto de lo que Dios quiere. He aquí la gran sabiduría. Todo el trabajo de la vida sabia consiste en esto: en conocer la voluntad de mi Señor y Padre. Trabajar en conocerla, trabajo serio, obra de toda la vida, de cada día, de cada mañana: ¿qué quieres Señor de mí? Trabajar en realizarla, en servirle en cada momento. Esta es mi gran misión, mayor que hacer milagros. Dios nos quiere santos: no mediocres, sino santos”. (El rumbo de la vida. Meditación a bordo de un barco, febrero de 1946)

Alberto alcanzó la mejor versión de sí, y por eso la Iglesia lo ha propuesta como modelo e intercesor ante Dios: eso es un santo.

¡Dios nos quiere santos, no mediocres! La mejor versión de nosotros es la santidad. Esa es la vida plena, la vida en abundancia. Dice Alberto:

“«¿De qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si arruina su alma?» (Mt 16,26). “El que quiera salvar su vida la perderá y el que la perdiere por mí la hallará” (Mc 8,35). ¡El viejo estribillo de la Iglesia! El único necesario, tan grande porque tan viejo, o mejor, tan viejo porque tan grande, ¡tan necesario, tan irreemplazable! El hombre, con toda la civilización, no ha podido apagar el eco de estas palabras, y si llega a apagarlas muere, no sólo a esa vida, sino aun a la propia vida humana. “Y que la tengan en abundancia”. Hay una vida pobrísima, que apenas es vida; vida pobre, de infidelidades a la gracia, sordera espiritual, falta de generosidad; y una vida rica, plena, fecunda, generosa. A ésta nos llama Cristo. Es la santidad. Y Cristo quiere cristianos plenamente tales, que no cierren su alma a ninguna invitación de la Gracia, que se dejen poseer por ese torrente invasor, que se dejen tomar por Cristo, penetrar de Él. La vida es vida en la medida que se posee a Cristo, en la medida que se es Cristo. Por el conocimiento, por el amor, por el servicio. ¡Dios quiere hacer de mí un santo! Quiere tener santos estilo siglo XX: estilo Chile, estilo liceo, estilo abogado, pero que reflejen plenamente su vida. ¡Esto es lo más grande que hay en el mundo! Mayor, infinitamente mayor, que un Empire Building, que una fábrica Ford, que ocho mil automóviles de producción diaria; de inmenso más precio para la humanidad que descubrir la energía atómica, o la vacuna, o la penicilina” (Visión de eternidad Meditación de Semana Santa para jóvenes, 1946)

Una “vida rica, plena, fecunda, generosa” es posible, en la que nos dejemos “poseer por ese torrente invasor” que es Cristo. Cristificarnos es la mejor versión de nosotros mismos.
¿Cómo es el mejor hijo, hermano, estudiante que puedes, con la Gracia de Dios, llegar a ser? ¿Cómo saberlo? No olvidemos que el mismo Alberto, refrendado por el jesuita Francisco, nos dejó una clave secreta: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?

*Pintura de Fra Angélico

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Déjanos tu Correo

Podremos enviarte información importante sobre nuestra Fundación, noticias, blog e invitaciones a diversas actividades, además de contenido del Padre Hurtado.
Newsletter