¿Cómo habría actuado el Padre Hurtado en estos días de crisis social en nuestro país?, ¿Qué habría dicho, qué habría hecho? Lo podremos imaginar gracias a los testimonios de quienes lo conocieron, como por ejemplo, el padre Esteban Gumucio, SS.CC.
“Él iba adelante sin ostentación, siempre caminante. Hombre de mirada alerta, abierto al Espíritu, que sopla donde quiere, en todo tiempo y lugar. Iba caminando con seriedad de un profeta, con la responsabilidad de un pastor, con la sonrisa mansa de un niño”. Así relató el padre Esteban Gumucio SS.CC. su impresión sobre el padre Alberto Hurtado, a quien conoció más detenidamente en un viaje a Roma en 1947.
La Revista Mensaje (Fundada por el Padre Alberto Hurtado), en su edición del mes de agosto de 1999, reproduce el texto completo presentado por el padre Esteban en un taller de oración realizado en el Santuario del Padre Hurtado en noviembre del año anterior (1998).
“El padre Alberto Caminaba, libre, firme y sonriente. Su pasión era Jesucristo, Jesucristo Inseparable de su pueblo, Jesucristo Justicia y Amor, Jesucristo y los pobres del mundo, Jesucristo y su Iglesia santa y pecadora…
Caminaba agradecido, agradeciendo, muy consciente del sorprendente realismo de la fe. Era un hombre alegremente convencido de que es Dios quien invita a caminar, el que camina contigo, el que toma las iniciativas, el que te provoca el amor, el que despierta los dones e instrumentos que él mismo ha puesto en tus manos. Esta es la llave de la paradoja de su personalidad.
Era fuerte, podría haber sido dominante y avasallador, su fe lo hizo humilde y manso. Podría haber sido un activista, un enfermo de activismo; fue un verdadero hombre de acción, de aquellos que dan todo, pero desde la fuente pacífica y ardiente de la oración. Sin perder el encanto de su fogoso amor y de su temperamento lleno de energía, poseía una bondadosa paz alegre que le venía del temple de su fe viva. Él sabía con esa sabiduría honda de cristiano verdadero que sólo a Dios le pertenece la gloria y que sin su Voluntad, todo es vanidad y aflicción del espíritu. En el padre Hurtado, la grandiosidad pacífica del lago interior alimentaba incesantemente el flujo de sus cascadas y dinamizaba todas las turbinas de su creatividad poderosa.
Él poseía la sabiduría propia de los limpios de corazón: ellos saben encarnar los ideales de caridad solidaria en obras concretas oportunas, que responden a las urgencias del Corazón del amigo Jesús en sus necesitados. Es la sabiduría de quien tienen bien conectada la cabeza con el corazón y las manos. Cabeza bien puesta, corazón amante, manos disponibles y eficientes. Sabía aterrizar los sueños y hacerlos pan, techo, camioneta recolectora de niños vagos, fogosa predicación de Retiros en que el Evangelio Programado arrasaba con joyas del auditorio para convertirlas en Hogar de Cristo, en Noviciado, en templo, en asilo para niños y viejos. Todo cuanto sabía cosechar de la madura mies de Cristo iba a parar a la olla y corazón de los que tienen hambre”.
Fuente: Revista Mensaje Nº 481, agosto de 1999.