Un grupo de mujeres apoyó a san Alberto desde los inicios del Hogar de Cristo: eran madres de familia, laicas activas, a quienes el Padre Hurtado llamaba en su estilo campechano “las bomberos de los pobres”. En estas notas, Josefina Errázuriz, fundadora de “Trabajo para un hermano” nos habla de ellas .
“El milagro más grande es la unión, el lazo de caridad que ha existido entre ustedes”, les dijo el Padre Hurtado poco antes de morir. Formaban parte de la Fraternidad del Hogar de Cristo, impulsada por san Alberto para apoyar el crecimiento espiritual de sus colaboradoras. Aunque lo acompañaron desde la fundación de esta obra hasta su muerte en 1952, sabemos muy poco de ellas; tal vez sus rostros aparecen en segundo plano en algunas fotografías. Por ahora, gran parte de la historia de estas estrechas colaboradoras del Padre Hurtado se puede conocer a través de las cartas que él mismo les escribió.
Cartas a Mimí Peña:
“Muchas gracias le doy al Señor por el ánimo que le da para trabajar, ya verá Ud. cómo Dios bendice la obra. No se desaliente, ni tampoco se preocupe mucho. Haga lo que buenamente se puede y déjelo al Señor el darse el lujo de hacernos un regalo de un exitazo para sus pobres. Está usted haciendo una obra que es agradabilísima al Señor, porque toda ella es para sus pobrecitos”.
Cartas a Rebeca de Franke:
“Tal vez usted no sabe que es usted la gran responsable del Hogar, pues fue usted quien me planteó el proyecto y puso las primeras piedras”.
“Qué consuelo debe ser para usted dar a Cristo en la persona de sus pobres no sólo su tiempo, su dinero, su afecto, sino también el vencimiento íntimo que supone pedir y molestar. Creo que es lo más que podemos entregar y es tal vez lo que Nuestro Señor nos agradecerá al máximo porque es lo que más cuesta”.
“Me parece muy bien lo que están haciendo para hacer agradable el Hogar: mientras más atrayente, mejor. Ojalá que todo esto lleve a los pobres a un sentimiento cada vez más hondo del respeto que se deben a sí mismos, al ver el respeto con que se les trata.”
Cartas a María Luisa Ovalle:
“No se apene porque sus prácticas espirituales no salen como usted quiere, pero a pesar de todo no las deje: aunque no haga más que minutos de guardia amorosa frente a Nuestro Señor. Pero que su principal ocupación sea hacer sencillamente lo que tiene que hacer, llena de alegría, de paz y en la presencia y amor de Dios.”
“¿Qué haría Cristo en mi lugar? Y lo que usted cree que le pide, hágalo. Refuerce su conciencia: sea fiel a esa voz interior que le mostrará el camino. No se amargue porque esto no es brillante: siempre es bello cuando es lo que Dios quiere.”
Ellas lo acompañaron en sus últimos días
El 26 de Julio, día de Santa Ana, patrona de su madre, dice misa a las 6.30 de la mañana en la clínica de la Universidad Católica a toda la Fraternidad del Hogar de Cristo. Marta Holley comenta en su diario: “Qué alegría y al mismo tiempo qué pena, porque el Padre nos quiere ver a todas, porque quiere despedirse. Misa profundamente vivida. La Misa se desarrolla lentamente pero para mí se me ocurre una carrera, tanto desearía prolongar esos instantes. Después de la acción de gracias el Padre nos llama. Una por una nos tiende la mano como si esto fuera para él una gran cosa. La pieza está llena. El Padre llora en silencio mientras nos contempla. “Quería agradecerles a todas Uds. lo que han hecho por Dios, por el Hogar, por mí, en estos años que hemos trabajado juntos. Hemos visto muchos milagros en el Hogar de Cristo. El Hogar nació y se ha desarrollado por la providencia de Dios, pero el milagro más grande es la unión, el lazo de caridad que ha existido entre Uds. Que aumente la caridad en Uds. Que Cristo crezca en cada una de Uds. y estén atentas…, que los detalles para dignificar al pobre sea lo más importante; que Cristo tenga menos hambre, menos sed, que esté más cubierto gracias a Uds. Sí, que Cristo ande menos pililo, puesto que el pobre es Cristo. Que Dios las bendiga!”.