1. Una espiritualidad sana es la que se acomoda a las individualidades y respeta personalidades. Se adapta a los temperamentos, a las educaciones, culturas, experiencias, medios, estados, circunstancias, generosidades… Toma a cada uno como él es; en plena vida humana, en plena tentación, en pleno trabajo, en pleno deber.
2. El Espíritu, que sopla siempre sin que se sepa de donde viene y a donde va, se sirve de cada uno para sus fines divinos, pero respetando el desarrollo personal en la construcción de la gran obra colectiva que es la Iglesia. Todos sirven en esa marcha de la humanidad hacia Dios. Todos encuentran trabajo en la construcción de la Iglesia.
3. En todo camino espiritual recto está siempre el principio del don de sí mismo. Si multiplicamos las lecturas, las oraciones, los exámenes, pero sin llegar allí, es señal que nos hemos perdido.
4. La vida espiritual de un cristiano es su trabajo, su deber de ese día, hacerlo como expresión de la voluntad de Dios.
5. Para renovarnos en nuestro espíritu: la misa de cada día, en la que nos ofrecemos a Cristo.
6. La intensidad de la vida interior, lejos de excluir la actividad social, la hace más urgente, como un desborde necesario de esa riqueza que, contenida, aprieta el fondo del alma.
7. Hay que vivir permanentemente en alerta para no desertar del espíritu de Cristo y no adherir a la mentalidad pagana del ambiente.
8. Hay un peligro continuo de solidarizar más íntimamente con las costumbres de la sociedad en la que vivimos temporalmente, que con las máximas de la Iglesia que es nuestra sociedad de la eternidad.
9. Un grado de progreso en esta vida (espiritual) es también más valioso que todos los progresos humanos. No quiere decir que se opongan, que se combatan, pero progresar en esta vida, es progresar en los planes de Dios, en lo eterno, en lo real, en lo verdadero.
10. Nuestro espíritu es simple, indestructible, incorruptible. Tiene, en cuanto espíritu y creado, una naturaleza semejante a la de Dios…; creado por Dios a su imagen y semejanza. Semejante en su naturaleza y semejante en sus tendencias. Con hambre irresistible de bien, de bueno, de bello, de verdadero: siempre pide más y más.
11. Harto peligro hay en nuestro tiempo de contentarse con una fidelidad de práctica exterior, aún de devoción sincera, con una separación de los impíos, pero con el alma abierta a todas las impiedades de este mundo.
12. Algunos se consideran culpables al estrechar la mano a un masón (o a un comunista), pero no tienen escrúpulo alguno de violar la caridad en sus palabras, destruyendo la fama del prójimo, o en sus obras, o en sus omisiones egoístas. Así se salva la apariencia y se vive “en regla” entre gentes honestas, sin inquietarse excesivamente de haber escandalizado a las almas rectas que juzgan por el espíritu.
13. El mundo está cansado de palabras; quiere hechos, quiere ver a los cristianos cumpliendo los dogmas que profesan.
14. La verdadera devoción no consiste solamente en buscar a Dios en el cielo o a Cristo en la Eucaristía, sino también en verlo y servirlo en la persona de cada uno de nuestros hermanos.
15. El Espíritu Santo no ha construido templos, ni hospitales, ni escuelas: no es su misión. Pero nos tiene a nosotros, y por nosotros quiere construirlos y nos pide nuestra cooperación para esta empresa.
16. Todos los grandes hombres fueron amantes del silencio. El mucho charlar es señal de pobreza interior de espíritu. Todas las grandes empresas nacieron del silencio… El silencio es siempre fecundo y no hay fecundidad espiritual sin silencio.
17. Jesús se hace presente y permanece en la Eucaristía para vivir con nosotros y que nosotros vivamos con Él… En Él hallaremos al amigo leal, al consejero fiel, al consolador amoroso, al confidente de nuestras penas y alegrías.
18. Por la Eucaristía -Sacramento, descienden sobre los fieles todas las gracias de la Encarnación redentora. Por la Eucaristía- Sacrificio, sube hasta la Santísima Trinidad todo el culto de la Iglesia militante.
19. El dogma de la comunión de los Santos, plenamente vivido, triunfará sobre la internacional materialista.
20. ¡Qué simple resulta nuestra espiritualidad! Ser Cristo. Obrar como Cristo en cada circunstancia de mi vida en lo que Cristo me ponga por delante. ¡Qué alegre! Terminará en la visión y en el amor de Dios.
21. Prepararse a la vida contemplativa, removiendo los impedimentos, quitando los afectos desordenados, sosegando nuestras prisas, nuestra fiebre de acción: aprendiendo a perder cierto tiempo; sabiendo que ningún momento mejor aprovechado que el que empleamos en el conocimiento y gusto de Dios. Saber callar, saber escaparse, saber estar en silencio.
22. Se busca la religión como un freno, como un consuelo, como un seguro de otra vida, con un cierto criterio supersticioso… pero ¡cuán pocos son los que la toman como un amor que invita y por el cual hay que sacrificarse!