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Esteban visita a Alberto

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

Contemporáneos, amigos en vida, el 13 de septiembre nos reuniremos para conversar del Padre Esteban Gumucio ss.cc y del Padre Hurtado en el Santuario. Hablaremos de sus espiritualidades y de la solidaridad que Chile tanto necesita. Participarán Francisco Jiménez S.J y Alex Vigueras SS.CC, vice postulador de la causa de beatificación de Esteban Gumucio.

Fundación Padre Hurtado y Comisión Esteban Gumucio de la Congregación de los Sagrados Corazones, invitan a un conversatorio a realizarse el día jueves 13 de septiembre a las 12 horas, en el Museo del Santuario del Padre Hurtado.

Esteban Gumucio y el padre Hurtado se conocieron mucho. Trás la beatificación de san Alberto, el sacerdote de los ss.cc contó:

“Yo lo conocí más detenidamente en un viaje a Roma, el año 1947. Viajaba junto con el Padre Hurtado y Don Manuel Larraín, dos hombres de Iglesia, dos corazones llenos de amor divino a este mundo tan amado de Dios. En el aeropuerto, unos periodistas tomaron fotografías de estos tres eclesiásticos vestidos de clerygman con cuello romano y calañé negro. En la foto aparecida al día siguiente en el Diario Ilustrado, aparecía como titular el nombre de una novela en boga: “Tres Monjes Rebeldes”. El testimonio de Esteban Gumucio alumbra para nosotros la época y la personalidad del Padre Hurtado.

Un joven Esteban Gumucio.

Preparando el Concilio Vaticano II

“Durante el viaje yo, sacerdote joven, les escuchaba sin perder una sílaba. Era un privilegio oír a estos dos hombres santos, que representaban el pensamiento de avanzada en la pastoral de la Iglesia. Conversaban animadamente. Sin saberlo, preparaban el Concilio Vaticano II. Caminaban y caminaban, por caminos recién trazados. Soñaban amorosamente nuestra Iglesia servidora del mundo, temerosos de sus tardanzas, pero confiados en el Buen Pastor que conoce a sus ovejas”.

“Eran tiempos de encontradas tendencias, no menos apasionadas que las de ahora, y contradicciones entre grupos de laicos católicos y simpatizantes de obispos de ambos bandos. Eran tiempos de pioneros juveniles con voz ante la opinión pública, líderes de la Acción Católica y de renovadores aires en la política de partidos. Iban y venían cartas y acusaciones Chile-Vaticano y viceversa”.

“El corazón apasionado del Padre Hurtado caminaba sin descanso urgido por la condición de los trabajadores y su lejanía con nuestra Iglesia. Pensaba que no teníamos derecho a dormir un minuto más de lo indispensable…Mira, que ya viene el esposo y los pobres del mundo necesitan Jesucristo, necesitan a una Iglesia de lámparas encendidas”, decía.

“(Hurtado y Larraín) Caminaban, conversando, por los libros más señeros del momento: De Lubac, Congar, Rahner, Guardino, P. Longay, Grandmaison, Schilebec, Haring, Durwell, el P. Liegè, etc… Recordaban al P. Fernando Vives, mi tío abuelo. Se paseaban por la Historia y los acontecimientos de nivel mundial y nacional. Nada les era indiferente. Las Encíclicas sociales encendían luces impacientes sobre la política mundial y sobre nuestra pequeña y pujante política de rincón del mundo”, contó entonces.

El Padre Hurtado visto por el padre Esteban

Esteban Gumucio, ya mayor.

 

“Él iba adelante sin ostentación, siempre caminante. Hombre de mirada alerta, abierto al Espíritu, que sopla adonde quiere, en todo tiempo y lugar. Iba caminando con seriedad de un profeta, con la responsabilidad de un Pastor, con la sonrisa mansa de un niño.

El Padre Alberto caminaba, libre, firme y sonriente. Su pasión era Jesucristo, Jesucristo inseparable de su pueblo, Jesucristo justicia y amor, Jesucristo y los pobres del mundo, Jesucristo y su Iglesia santa y pecadora…

Era fuerte, podría haber sido dominante y avasallador; su fe lo hizo humilde y manso. Podría haber sido un activista, un enfermo de activismo; fue un verdadero hombre de acción, de aquellos que lo dan todo, pero desde la fuente pacífica y ardiente de la ración. Sin perder el encanto de su fogoso amor y de su temperamento lleno de energía, poseía una bondadosa paz alegre que le venía del temple de su fe viva. Él sabía con esa sabiduría honda de cristiano verdadero que sólo a Dios le pertenece la gloria y que sin su Voluntad, todo es vanidad y aflicción del espíritu. En el Padre Hurtado, la grandiosidad pacífica del lago interior alimentaba incesantemente el flujo de sus cascadas y dinamizaba todas las turbinas de su creatividad poderosa.

Esteban Gumucio presente en el santuario del Padre Hurtado durante visita del Papa Francisco.

Durante los días de viaje en Londres, París y Roma, teníamos también tranquilos tiempos de oración. El Señor era siempre el primer servido. En el avión, yo lo observaba por el rabillo del ojo en esos tiempos de silencio mayor que de común acuerdo nos dábamos. Comenzaba por la liturgia de las horas; desembocaba en la lectura de la Biblia y por fin navegaba en silencio hasta la quietud del hombre en contemplación. Otros momentos eran de estudio, reflexión y prolijos apuntes. Pasado un buen tiempo, él y don Manuel compartían algo de sendas lecturas y recomenzaban el vuelo de sus inquietudes y reflexiones. Aludían a documentos y revistas de estudio que ambos poseían en profundidad, con una prodigiosa frescura de memoria. El amor a la Iglesia condimentaba todas esas búsquedas”.

El padre Esteban Gumucio ss.cc. murió el 6 de mayo de 2011.

Aquí puedes leer el texto completo del testimonio del Esteban Gumucio. ss.cc.

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