En este profundo testimonio, la editora de la primera traducción de un libro del Padre Hurtado al inglés, nos cuenta cómo este trabajo cambió la idea que ella tenía de nuestro santo chileno. “Creo que la historia ha tratado injustamente a san Alberto Hurtado, simplificando su profundo y conmovedor mensaje”, dice.
“Este proyecto ha significado un gran cambio en mi forma de ver a san Alberto Hurtado. Al igual que probablemente la mayoría de los católicos chilenos, crecí escuchando sobre el Padre Hurtado, pero tenía una imagen muy simple de él. Al comenzar a traducir su obra, a leer sus escritos y lo que otros han escrito sobre él…, me cambió cien por ciento esa imagen casi caricaturesca que tenía: la del padre bueno en la camioneta verde que andaba recogiendo niños abandonados. Creo que la historia ha tratado injustamente a san Alberto Hurtado, simplificando su profundo y conmovedor mensaje.
Alberto Hurtado fue un gran luchador por la justicia social, pero hizo muchísimo más que eso. Fue también un hombre que leyó y estudió mucho, el primer doctorado en pedagogía del país, un intelectual que recibió su título con honores en Lovaina. Escribió más de doce libros, que fueron éxitos de venta en su tiempo. También fue un hombre de una vida espiritual tan poderosa que arrastraba a miles de personas a sus homilías y retiros, que atrajo cientos de hombres a entregar su vida al servicio de Dios. Movió a un país entero, haciéndolos despertar de la modorra que no nos dejaba ver la miseria de nuestros hermanos más desprotegidos.
Si tuviéramos que simbolizar la figura de Hurtado, para mí es la imagen adecuada sería la de un puente. El Padre Hurtado fue un puente entre mundos muy distintos. Habiendo nacido en una aristocrática familia chilena que había caído en la pobreza luego de la temprana muerte de su padre, Hurtado supo ser puente entre ricos y pobres. Llegó a conocer muy profundamente cómo relacionarse con los pobres, a quienes encontraba a diario a través de su labor social aliviando el sufrimiento en las calles y logró entusiasmar a los más pudientes de la sociedad de la época para que le ayudaran en la creación de sus obras. El Padre Hurtado fue también, en el mundo polarizado de la guerra fría, un puente entre la derecha y la izquierda. Habiendo sido en su juventud miembro activo del Partido Conservador, como lo era la mayoría de los católicos de la época, no tuvo miedo de cruzar al otro lado, leer y querer rescatar las buenas ideas de otras miradas, acercándose a personas de todo el espectro político, creyentes y no creyentes, como puede verse de los textos que cita en su libro “Moral Social”.
Fue injustamente catalogado por eso como “el Cura Rojo”, pero creo que con eso nos dio una lección mucho más importante: no creernos dueños de la verdad, sino que tratar de discernirla de cara a Dios y de buena fe, tratando de rescatar lo bueno en los argumentos de los otros. Por eso el Padre Hurtado nos llama, en sus libros a aprender a conversar, a acoger las ideas del otro y a no dogmatizar.
Finalmente, el Padre Hurtado fue también un puente entre la moral clásica, centrada en la relación individual del hombre con Dios, y la nueva Moral Social, centrada en la idea del Pueblo de Dios. Inspirado en las ideas de esta nueva teología, promovía la maravillosa idea del Cuerpo Místico de Cristo de San Pablo, inspirado en la encíclica de Pío XII y adelantándose a lo que luego señalaría el Concilio Vaticano II. El concepto del Cuerpo Místico es la base de nuestra responsabilidad como cristianos de crear estructuras sociales que permitan a todos los miembros de la sociedad tener las condiciones mínimas necesarias para una vida digna.
A mi parecer, Alberto Hurtado es también un estupendo modelo para el Estados Unidos de hoy. Hurtado presenció complejos momentos de la historia mundial: dos guerras mundiales, la Gran Depresión, la Guerra Civil Española y, ya de vuelta en Chile, la pobreza urbana producto, entre varias otras causas, de la industrialización y la gran migración del campo a la ciudad. Los últimos años de su vida también fue testigo de los comienzos de la Guerra Fría y de la división del mundo en dos bandos totalmente opuestos. Vemos hoy cómo en Estados Unidos y en muchos otros países, el odio, la falta de diálogo real y la división política lamentablemente parecen haberse apoderado de la vida cotidiana; basta mirar unos minutos las redes sociales para darse cuenta de eso. Y vemos cómo san Alberto Hurtado, habiendo sido parte de una elite y recibiendo una educación de las mejores de su tiempo, utilizó este privilegio para ser la voz de los sin voz, sabiendo cómo crear conciencia sobre los problemas sociales de su tiempo sin querer jamás promover el odio o la intolerancia. Necesitamos más figuras como Alberto Hurtado en nuestro mundo de hoy, que sepan ser puentes que conecten estos bandos tan distanciados”.