Testimonio de Monseñor Manuel Larraín:
“El Padre Alberto Hurtado tenía ciertamente todas las características de esos hombres que Dios suscita, para ser en cada época los enviados que testimonian la trascendencia de lo eterno y captan, para orientarlas, las angustias y las inquietudes de su generación.” (Pág. 8)
“Por eso, el apóstol es, sobre todo, el hombre del amor: el que no da su corazón a nadie, para ofrecerlo a todos; el que se olvida de sí mismo para ofrecerse a los demás; el que cada dolor lo hace suyo y cada gemido humano encuentra un eco en su corazón: El apóstol es el hombre que bajo el amor de Padre de los Cielos realiza, en el amor universal de sus hermanos, el hondo sentido cristiano de la fraternidad El apóstol es un cáliz que rebosa caridad. Y ésa fue la vida del Padre Alberto Hurtado”. (Pág. 10)
“A través de Chile entero, la juventud sintió la mano firme de un timonel que decía: “avanzar mar adentro”; y en su Asesor Nacional vio al Jefe que aguardaba.
Sobre todas las dificultades les enseñó la lección que formaba el corazón del joven: generosidad. Los quería fuertemente hombres y profundamente cristianos. Inquietos a todas las angustias y prontos a toda donación. Mirada abierta, frente alta, mano que sabe darse con sinceridad sonrisa fresca en los labios y, sobre todo, auténtico sentido cristiano de su misión. Para ello tuvo una sola pedagogía y un solo secreto: amar y servir.” (Pág. 19)