“¿Han destruido los smartphones a una generación?” es el sugerente título de un artículo de Jean Twenge, investigadora de la Universidad de Chicago que estudia las diferencias y características de las diversas generaciones (1). En su artículo, dice que alrededor del año 2012 comenzó a observar cambios bruscos en los adolescentes. Llamó “iGen” a la generación nacida entre 1995 y el 2012: crecieron con smartphones y no recuerdan un momento en que Internet no estuviera en su vida. Los Millenials, la generación anterior, creció en la red, pero no la tenía en su mano. Hay un cambio drástico cuando estás conectado a tu teléfono, lo que, según la autora, va mucho más allá que una pérdida en la capacidad de atención. Si bien hay algunos índices positivos en los jóvenes iGen, como que viven de manera físicamente más segura que las generaciones anteriores – son menos dados al tabaco, al alcohol, y en general, a salir de sus piezas – “psicológicamente son más vulnerables que los Millennials: las tasas de depresión y suicidio adolescente se han disparado desde 2011. No es exagerado decir que la iGen está al borde de la peor crisis de salud mental en décadas. Gran parte de este deterioro puede atribuirse a sus teléfonos”. Algunos signos parecieran mostrar que esta generación tiene una menor capacidad de ser feliz que las anteriores, lo que según la autora estaría ligado a los smartphones.
Al mirar a la juventud chilena, tal como dice Twenge, hay elementos muy positivos y también algunos preocupantes. Según la Décima Encuesta Nacional de Juventudes realizada en el 2022, los jóvenes participan más que los adultos en organizaciones que promueven una causa, aumentaron su participación electoral (2 de cada 3 jóvenes votaron en las elecciones de convencionales del año 2021) y son la generación con mayor educación superior en la historia de Chile: un tercio de los jóvenes cuenta con estudios universitarios, y un 39,7% lo hace con beneficio de gratuidad. Pero la otra cara de la moneda, según la misma encuesta, es que más de un cuarto de la población joven chilena posee una sintomatología depresiva o ansiosa moderada o grave; más de un tercio ha sufrido algún modo de violencia física y la mitad, violencia psicológica, a la que se suma el desafío de la violencia cibernética.
Estos datos parecen confirmar la observación de Twenge. La autora se pregunta qué hacen los jóvenes con el mayor tiempo del que disponen hoy comparado con generaciones anteriores: “Están al teléfono, en su habitación, solos y a menudo angustiados”.
Los que integran las generaciones anteriores (entre las que me encuentro): si pudieran escoger una sola cosa que traspasar a las generaciones siguientes, ¿cuál sería?
Para la que escribe, sería la confianza en la vida. Confianza en que puedes partir tu vida profesional en algo pequeño y mal pagado, y que irás haciendo camino al andar si te esfuerzas, eres responsable y paciente, te sigues capacitando, eres prudente y confías en la gente. Les diría que no teman empezar desde cero, y empezar una y otra vez. Como dice una santa ruso canadiense, Catherine Doherty, que estuvo casada dos veces y fue exiliada de Rusia por la revolución bolchevique, que fracasó en sus proyectos más de una vez (¡igual que el Padre Hurtado!): “Con Dios, siempre es tiempo de empezar de nuevo”. Les trataría de traspasar que confíen que la vida está llena de pequeñas y grandes alegrías que siempre vienen acompañadas de sacrificio, que es como la otra cara de la moneda. No se pueden separar. Por ejemplo, la alegría de tener hijos, de unos seres chiquititos que se parecen a ti, pero que son ellos mismos; la alegría de verlos caminar, crecer, ser adultos. Alegría que viene acompañada de sacrificios y dolores. O las alegrías más sencillas: elegir lo que quieres comer, comprártelo con el dinero de tu trabajo, desconectarte del teléfono y pasarlo bien contigo. Arrendar un departamento con tu sueldo. Tomarte una cerveza con un amigo después de la pega. Querría decirles que confíen, porque si te esforzaste y algo no resultó, se abrirá otra puerta. Que confíen, porque la vida es dura, pero es bella.
Los dejamos con la segunda parte del texto de San Alberto, sobre la actitud de la “comprensión elevadora” que deben tener las generaciones anteriores ante el desafío de la educación y formación de adolescentes y jóvenes.
Comprensión llena de respeto necesita el adolescente. Él es medio hombre y medio niño: a veces enteramente niño, y otras enteramente hombre; pero en todo caso exige que se le tome en serio, que se le respete como si fuese un hombre. Susceptible en extremo, tiene un sentimiento exagerado de su propia dignidad, que necesita ser tratado con mucha indulgencia. El alma que florece por primera vez solicita tanto más respeto de los demás, sobre todo de los adultos cuanto que no está todavía enteramente segura de sí.
Tomar en serio al adolescente, penetrar dentro de su alma, respetar su personalidad naciente, comprender sus problemas, orientarlos suavemente, eso es educarlos. El tomar en serio al adolescente es lo que caracteriza la educación inglesa y alguna de las tendencias de la Educación Nueva en lo que tienen de más aceptable.
Por desgracia esta comprensión no es el patrimonio innato de todo padre de familia ni de todo educador. Su alma está muy lejos de propia adolescencia: ha madurado en exceso, como dice Holderlin. Pertenece a otra generación; y cada generación tiene su psicología propia, su manera de ver, su manera de sentir. Por eso es que muchos adolescentes no se sienten comprendidos por sus padres y educadores, no se atreven a acudir a ellos en los momentos difíciles de su vida y han de resolver solos problemas trascendentales que requieren una experiencia más vasta y un juicio más sereno que el suyo. ¡Cuántos daños graves se habrían impedido si en su crisis de adolescencia hubiesen encontrado estos jóvenes una mano más fuerte que la suya que los guiase con seguridad y con cariño! Al menos ¡cuántos pasos inútiles habrían ahorrado si hubiesen conocido la experiencia de los que les han precedido en el mismo camino! (2)
Y tú, ¿qué piensas? ¿Cómo es tu experiencia de educar o formar a un adolescente o un joven? ¿Cuál crees que es la manera de lograr un mejor diálogo? ¿Qué te gustaría traspasar a las generaciones siguientes? Y jóvenes, ¿qué necesitan de los adultos?
¡Los leemos!
(1) Twenge, J. (Septiembre 2017). Have smartphones destroyed a generation? The Atlantic. Disponible aquí (en inglés)
(2) Extraído de: Hurtado, A. (1994). La vida afectiva en la adolescencia. Estudio de psicología pedagógica. En A. Hurtado, Obras completas. Tomo I (pág. 706). Santiago: Dolmen.
Foto de portada: Colegio Municipal Marcela Paz, La Florida, Santiago de Chile (UNESCO/Carolina Jerez).
Nuestro blogger esta semana es Alberto Hurtado SJ. Fue sacerdote, jesuita, abogado, psicólogo y educador, viajero y amiguero. Trabajó en la Acción Católica, fundó el Hogar de Cristo, y dio muchos retiros y charlas. Se dedicó a la formación de jóvenes, mujeres, hombres y en la última parte de su vida fundó la ASICH y trabajó con líderes sindicales. Según lo que hemos escuchado, le gustaban los tangos, se emocionaba hasta las lágrimas fácilmente (¡era muy sensible! Él no se creía eso de que “los hombres no lloran”); era “acaballado”, y cuentan las malas lenguas, que manejaba muy mal. Fue declarado santo de la Iglesia Católica el año 2005 por Benedicto XVI, y pronunciado Padre de la Patria por el presidente de Chile don Ricardo Lagos. Puedes visitar su tumba en el Santuario Padre Hurtado, en Estación Central (Av. Padre Hurtado 1090).
Bárbara Symmes Avendaño, encargada de contenidos de la Fundación Padre Hurtado, es doctoranda en filosofía de la Universidad de los Andes, licenciada en Historia de la PUC y educadora. Le encanta viajar, los deportes, el cristianismo oriental y tiene alma de apóstol. Hizo su tesis de historia sobre el Padre Hurtado y los jóvenes, y ahora está trabajando temas de relacionalidad, feminismos, mujer y afectividad desde la filosofía.
Gran tema para la sociedad que vivimos , ojalá poder entender esas claves tan simples pero a la vez tan desafiantes para formar y acompañar a nuestros jóvenes . No busquemos grandes soluciones no academícenos la relación con ellos , seamos humanos atentos a las distracciones que nos sacan de la verdadera relación humana y que son las que llena de sentido la vida
Tema candente! Gracias por plantearlo. Respecto de los ingredientes para confiar: lo propuesto es válido,pero a la vez suena a “surgir con esfuerzo” (lema tan manoseado por los mercantes/mercaderes que rigen nuestra época) y como si la confianza dependiera del individuo nada más. Tal vez otro ingrediente que complementa es la existencia de comunidades de vida que acompañen y den confianza; lugares donde desenvolvernos y participar. Donde cada uno sea valioso.
Hola @Carmelo! Claro, cada uno pone de lo suyo, y no pretendía que mi respuesta fuera completa. Cada uno habla desde su experiencia, que para mí ha sido surgir con esfuerzo, volver a empezar de cero después de vivir 15 años fuera de Chile.
Lo que me gusta del blog es justamente que es más una conversación que un estudio. Por eso la pregunta, ¿Qué les dirías tú? Me parece súper importante lo que planteas, y MUY necesario. En ese sentido, plantearía un desafío a las familias, de ser más abiertas con los demás, especialmente el extranjero, el huérfano, la viuda hoy. Creo que a veces las familias son muy cerradas, y no viven la hospitalidad con aquellos (incluso los consagrados a veces, los solteros, los que no tienen una red de apoyo tan clara) que están más solos. Hay familias que sí lo viven, y eso ayuda mucho a construir comunidad, a comunidades que acogen. Para qué decir las parroquias, en las que uno puede ir un año o dos y nadie te saluda. De todas maneras, hay que ser mucho más intencionales con la hospitalidad, también para que nuestros jóvenes puedan crecer mejor.
Diría que la comunidad no reemplaza el esfuerzo personal. La dignidad del hombre y la mujer está también, entre otras cosas, en su capacidad de agencia. Poniéndose en juego, usando su libertad y dirigiéndola al bien crece, llega a ser una persona feliz. Hay gente que no tiene esta capacidad de agencia, y la debemos cuidar. (todo pensamientos míos) ¡Gracias por tu comentario!
Tal cual, @Maria Paz, como dices, la importancia de algo tan sencillo y fundamental como la relación humana. Eso es lo que más necesitan nuestros jóvenes. Cuesta sacarlos del teléfono, pero cuando se logra, realmente vale la pena. Un abrazo, gracias por el comentario.