A fin de año, cuando comienza a hacer calor, cuando sentimos que la locura va subiendo, cuando todas las oficinas comienzan a celebrar sus fiestas de fin de año; cuando estamos apresurados por cerrar los proyectos del trabajo o del estudio, cuando empezamos a correr por los regalos y esperar el descanso después de tanta prisa, la Iglesia nos regala este hermoso tiempo litúrgico.
La palabra “adviento” significa en latín “venida”. Este Domingo muchos encendimos la primera vela de la corona, que es una de las tradiciones que se celebra alrededor de esta época, junto al árbol y al pesebre. La corona fue una tradición tomada de los pueblos del Europa, que en esta época prendían velas en el oscuro invierno. Sus velas son de color morado, ya que es un tiempo en que se nos llama a la penitencia, a abrirle el corazón al Niño Jesús, que nacerá en Navidad. El morado es el color de la penitencia. Solo una vela es rosada: la de la tercera semana, que es la semana de la alegría.
En Chile se da esta hermosa coyuntura: se engarza en fin del Mes de María (que a pesar de la crisis religiosa que estamos viviendo, sigue muy arraigado en el corazón de muchos chilenos y chilenas) con el inicio del Adviento. ¿Qué mejor manera de prepararnos para la venida del Señor que de mano de su Madre, que nos llama a la conversión? Nos dice el Padre Hurtado:
“Cada pueblo tiene sus tradiciones que vienen a encarnar sus preferencias, a encauzar sus afectos, y nosotros, católicos chilenos tenemos entre nuestros amores dos que se llevan la primacía: Jesús Niño y su Madre adorable, la Virgen María. Acabamos de terminar el mes de María, que ha sido en todo Chile un derroche de amor, una explosión de fe y entusiasmo: las iglesias repletas noche a noche; la víspera de la Inmaculada, los sacerdotes multiplicaban sus esfuerzos por atender las innumerables filas de hombres y mujeres que venían, algunos de muy lejos, física y moralmente, a confiarle sus cuitas, a revelarle las ansias de una vida más pura, más espiritual, que había despertado en sus almas la Madrecita querida, la Mamita Virgen de los niños; y, para con Ella, los hombres quedamos siempre niños, aunque corran los años y haya nevado sobre nuestras cabezas. A Ella acudían los hombres para pedirle sobre todo un don que hambrean sus almas: a Jesús, fruto bendito de su vientre… ¡Llévanos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh Clemente, oh Piadosa, oh Virgen María!
En Chile tenemos la bendición de tener el Mes de María en Noviembre, antes del Adviento. En los otros países se celebra en Mayo. En nuestro país se quiso hacer en Noviembre, empezando los 8 de noviembre, para prepararnos para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
Y Ella lleva cada año, a sus hijos, al Hijo mayor, a nuestro Hermano, Redentor y Salvador, Cristo Jesús. En la Eucaristía, el día 8 de diciembre, son centenares de miles de almas, muchas de ellas alejadas largo tiempo de la casa paterna, las que vuelven a Cristo atraídas por María. Pero esa misión, la Madre del cielo, y nuestra Madre sobre la tierra, la santa Iglesia, quieren desarrollarla en forma más amplia: ambas Madres quieren que nosotros, sus hijos, conozcamos a Cristo, lo conozcamos íntimamente a Él, que es nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida. “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, oh Padre, y al que enviaste, Jesucristo” (Jn 17,3). Que conozcamos a Cristo, que lo conozcamos no sólo en los rasgos externos, algunos datos biográficos, por así decirlo, que eso es poco, sino que lo conozcamos con ese conocimiento íntimo y saboreado que engendra el amor y que se traduce en deseo de imitarlo, de vivir su vida, de ser como Él.”
(La búsqueda de Dios, pp.219-222)
¡Aprovechemos lo que queda del Mes de María, en estos primeros días del Adviento, para pedirle a la Virgen este conocimiento íntimo de Jesús del que hablaba el Padre Hurtado!
Como gesto y para poner el próximo año a los pies de nuestra Madre, te queremos invitar a que te unas a la peregrinación que haremos como Fundación Padre Hurtado este 8 de diciembre. Subiremos el San Cristóbal, por la entrada de Pío Nono 450, Recoleta. Nos juntaremos a las 9 am, para llegar a la misa de 12:30 al santuario de la Virgen de la cumbre.
¡Te esperamos! ¡Feliz día de la Inmaculada, y buen inicio de Adviento!
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