Testimonio de Marta Cruz-Coke:
Conoció al Padre Hurtado siendo aún una niña. Alejada en ese tiempo de la Iglesia, bastó una conversación para acercarla a la misión social que más tarde compartiría con el Santo.
Cuando niña acostumbraba ver al Padre Hurtado conversando con su madre en casa. Ya mayor y cuando acababa de salir del colegio, Marta Cruz-Coke -actualmente profesora de filosofía, con un extenso curriculum que incluye el puesto de embajadora cultural de la OEA- fue invitada a un retiro espiritual de tres días.
En ese retiro escuchó la primera charla del Padre Hurtado y de inmediato, algo cambió en ella. “Antes de esa charla yo no tenía mucha fe, no tenía esa profundidad de meterme en Cristo como lo hice en ese minuto ¡Con decirle que en mi casa tenían la preocupación de que me metiera a monja! Fue una transformación muy completa”.
A pesar del impacto que causó ese primer encuentro, no fue sino hasta sus años en la universidad cuando Marta Cruz-Coke y el Padre Hurtado se acercaron. Mientras ella era presidenta de la Juventud Católica, compartieron una visión más bien social de la misión eclesial, basada en hechos concretos. “Lo más importante para nosotros eran los hechos, la entrega de amor a través de éstos”, reflexiona.
Las críticas que recibió por su renovada labor misionera, calaron hondo entre los jóvenes que seguían al Padre Hurtado. “De alguna manera lo miraron como un revolucionario por la gran cantidad de ideas que aportaba, de un día para otro leímos en los diarios que el Padre ya no era asesor de la Juventud Católica, lo que provocó una tremenda ira en los jóvenes de la juventud católica. No recuerdo lo que nos dijo el Padre, parece que no dijo nada, sólo nos calmó con su paz personal”, recuerda Marta.
Sobre el carácter del Padre Hurtado, destaca la incondicionalidad que presentaba para resolver los problemas, su abnegación y la capacidad de darles a todas las personas un espacio y comprenderlas. Cuenta que fue él quien oficializó la misa de su matrimonio y la persona que la motivó a luchar por tener a su primer hijo, pese a que los médicos no le daban mucha esperanza de poder ser madre.
Recuerda la especial preocupación que tenía por los pobres y las constantes invitaciones que le hacía para compartir con ellos. “Se preocupaba de ricos y pobres por igual, pensaba que no todo era tan fácil para los ricos: sufrían y tenían problemas, en cambio los pobres, decía que eran ricos de corazón”.
Aunque no asistió al funeral del Padre Hurtado, Marta asegura que todo lo que reportaron los medios sobre su adiós fue poco para lo que allí ocurrió. Señala que por ese entonces ya se pensaba en su santidad. “Cuando estaba vivo se hablaba de la posibilidad de que fuera un Santo porque era una persona que tenía todas las condiciones, era carismático, y era capaz de transmitir valores sin palabras”, afirma.