1. ¿Qué es la Oración? Es la conversación de Cristo con el Padre. El Padre escucha al Hijo. Es el Hijo que habla. Yo, como otro Cristo, tomo los labios de Cristo. El que ora no es un vulgar cualquiera: es el Hijo, Cristo, el que habla a su Padre.
2. No es poder, ni riqueza, ni ciencia lo que le falta a nuestra civilización, sino vitalidad espiritual, que es un problema de comunión con la divinidad y con los hombres.
3. El problema de nuestra vida interior es la más importante de las preocupaciones humanas. De esta comunión con la divinidad, y, sólo de ella, vendrá la fuerza, la energía, el dinamismo necesario.
4. Espiritualidad sana, que no consiste en solas prácticas piadosas, ni en sentimentalismos, sino de aquellos que se dejan tomar enteros por Cristo que llena sus vidas. Espiritualidad que se alimenta de honda contemplación en la cual aprende a conocer y a amar a Dios y a sus hermanos, los hombres del propio tiempo. Esta espiritualidad es la que permitirá las conquistas apostólicas que harán de la Iglesia la levadura del mundo.
5. Cristo, que rectifica toda la actividad humana, no se dejó arrastrar por la acción. Él, que tenía como nadie el deseo ardiente de la salud de sus hermanos, se recogía y oraba.
6. La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No se trata de la unión sensible, pero sí de la unión verdadera, la fidelidad hasta en los detalles al querer divino. El equilibrio de las vidas apostólicas sólo se puede obtener en la oración.
7. Oración continua, meditación diaria, vida sacramental intensa, fervor tierno a la Madre del amor hermoso.
8. El gusto por la oración, que nos une con Dios, levanta y espiritualiza nuestros sentimientos y de este modo nos sustrae al vivir rastrero y a la violencia de nuestros instintos.
9. Esta oración personal constituye una conversación sincera, real, íntima con Dios, a base de sentimientos de gratitud, admiración, respeto, alegría, esperanza.
10. La vida de oración que se tiene en el templo, ha de prolongarse en la acción cotidiana.
11. En la Iglesia se han dejado llevar del pensamiento de la eternidad, pero fuera de ella, desgraciadamente, se han dejado absorber por las preocupaciones de la riqueza y del placer.
12. La mejor oración social es el Padre nuestro. Enseñada por el autor de la ley de la caridad, en la que se pide al Padre bienes materiales y espirituales para todos los hermanos.
13. La rectitud de intención, el equilibrio de espíritu, la humildad de corazón, la fortaleza de ánimo para continuar dándose al prójimo sin desmayar, encuentran en la oración su gran fuerza, que así como es alimento del individuo es bendición para la sociedad.
14. …Se retiraba a orar. Él quería dar al Padre un homenaje puro de todo su tiempo, ocuparse de Él solo, para alabarle a Él solo y devolverle todo. Quería delante de su Padre, en el silencio de la soledad, reunir en su corazón misericordioso toda la miseria humana para hacerla más y más suya, para sentirse oprimido, para llorarla.
15. Él quería en su vida de hombre afirmar el derecho soberano de la divinidad. Él quería como cabeza de la humanidad unirse, más íntimamente, a cada existencia humana, fijar su mirada en la historia del mundo que quería salvar.
16. Si nuestras preocupaciones son tan apostólicas, con mayor razón orar para hallar a Dios y su querer, para buscar, gustar y vivir la verdad.
17. ¡Oh bendita vida activa, toda consagrada a mi Dios, toda entregada a los hombres, y cuyo exceso mismo me conduce para encontrarme a dirigirme hacia Dios. Él es la sola salida posible en mis preocupaciones, mi único refugio…!
18. Una lengua jamás es más bella que cuando el hombre la emplea para manifestar el amor: el amor del novio a su novia; del hijo a su padre; del esposo a la esposa; de la criatura a su Creador; esta última expresión es la oración.
19. Las tentaciones que, como enjambre de abejas tientan al hombre moderno, se resisten cuando uno ha empezado el día con una ferviente plegaria.
20. Las tristezas que surcan de arrugas los rostros de nuestros hermanos no encuentran otro lenitivo que la oración.
21. La oración nos hará contemplar el rostro de Dios, y esa contemplación templará nuestras fuerzas.
22. Hacer entrar la oración en la vida y la vida en la oración… Vivir conversando con Dios de todo: vivir en plegaria. Esta oración tonificará nuestra vida.
23. Espiritualidad sana, que no consiste en solas prácticas piadosas, ni en sentimentalismos, sino de aquellos que se dejan tomar enteros por Cristo que llena sus vidas. Espiritualidad que se alimenta de honda contemplación en la cual aprende a conocer y amar a Dios y a sus hermanos, los hombres del propio tiempo. Esta espiritualidad es la que permitirá las conquistas apostólicas que harán de la Iglesia la levadura del mundo.
24. La oración es el aliento y reposo del espíritu. El apóstol ha de tener la fortaleza y paz de Dios porque es su enviado. Y sin embargo en la vida real con cuanta facilidad los ministros de Dios se hacen terrenos. Para hallar esa paz necesita el apóstol la oración, pero no una oración formulista; sino una oración continuada en largas horas de oración y quietud y hecha en unión de espíritu con Dios.
25. Esta oración personal constituye una conversación sincera, real, íntima con Dios a base de sentimientos de gratitud, admiración, respeto, alegría, esperanza. El joven de vida interior hará esta oración en toda circunstancia de su vida: en sus viajes, en los deportes, en el teatro, en el amor. Ha de ser tan frecuente como la respiración. Puede decirse sin exagerar que del aprovechamiento de estos momentos depende en gran parte la vida espiritual.
26. Mi oración en unión con la de Cristo; nuestras peticiones, para que sean escuchadas han de ir unidas a las de Cristo; pero no han de ir de sólo Jesucristo, sino de Él y mías. Él ha de inspirármelas, arrancarlas y hacerlas eficaces. Pedirle, pues, que suscite mis peticiones y les dé eficacia. Y así lo hace. Vaya, pues, si sabrá inspirarme lo que necesito y lo querrá.
27. Es decir, más [centrada] en Dios que en nosotros. Una oración de adoración. No pensar demasiado, porque es estudio; no hablar demasiado, porque es prédica, sino afectos del corazón… de modo que estemos verdaderamente presentes a Dios. Él está siempre presente a nosotros, pero nosotros no estamos siempre presentes a Él.
28. Nosotros no somos sino discípulos y pecadores. ¿Cómo podremos realizar el plan divino si no detenemos con frecuencia nuestra mirada sobre Cristo? Nuestros planes que deben ser partes del plan de Dios, deben cada día ser revisados, corregidos. Esto se hace sobre todo en las horas de calma, de recogimiento, de oración.
29. Después de la acción hay que volver continuamente a la oración para encontrase a sí mismo y para encontrar a Dios. Para darse cuenta, sin pasión, si en verdad caminamos en el camino divino, para escuchar de nuevo el llamado del Padre, para sintonizar con las ondas divinas, y desplegar las velas según el soplo del Espíritu Santo.
30. ¿Cómo orar? Hablando en plural con Dios (…) El sistema consiste, en vez de monólogo, hablar en diálogo o mejor dicho en vez de ‘Yo estoy aburrido’, etc, hablar en plural: ‘Nosotros’ (Dios y yo). Este fue uno de los propósitos que hice en ejercicios este año. Si uno habla en plural anda muy bien; p. ej. uno dice ‘me voy a vengar de tal persona’ pero, ¿podrá decir ‘Nos vamos a vengar’? Dios le corta la corriente al tiro.
31. Afina su sentido espiritual: llega a percibir los más leves susurros en Jesucristo; se transforma en Él; llega con su oración a alcanzar lo que ahora ni siquiera soñamos. Y esta presencia no es necesario sentirla: basta creerla.
32. La fidelidad a la gracia es imposible sin una vida de oración tomada en serio. Recogimiento habitual del alma. Oración íntima, cordial, ferviente con Dios, haciendo del trabajo una oración (…) Ponerla no al lado sino dentro de la vida. Puede no caber más trabajo en el día (…) pero sí cabe oración.