Chile es un país de devociones de mes: Mes de María, Mes del Sagrado Corazón, Mes de la Solidaridad. Es algo muy propio de nuestra idiosincrasia religiosa. Junio es el Mes del Sagrado Corazón, mes en que veneramos el corazón de Cristo; en otras palabras, el amor de Dios, que latió en un corazón humano y quiere latir en el nuestro. Esto no se queda en las novenas e imágenes: debe hacerse carne en el prójimo. Los jesuitas tienen una devoción particular al Sagrado Corazón, ya que los ejercicios espirituales de San Ignacio, corazón de su espiritualidad, promueve el conocimiento interior del Señor. En 1883 los jesuitas declaran: “que la Compañía de Jesús acepta y recibe con un espíritu desbordante de gozo y de gratitud, la suave carga que le ha confiado nuestro Señor Jesucristo de practicar, promover y propagar la devoción a su divinísimo Corazón”.
Los dejamos esta semana para meditar con un texto de nuestro patrono, San Alberto, sobre esta devoción y sus consecuencias en nuestra vida.
Extracto de una charla a universitarios en la Fiesta del Sagrado Corazón
A veces la fiesta del Sagrado Corazón está desfigurada por estatuas poco felices, lenguaje demasiado dulzarrón, revelaciones particulares que ocupan demasiado sitio… Pero lo que ella es en sí, es un llamado al amor que languidece entre los cristianos. Para ello Jesús nos pone de manifiesto su infinito amor hacia nosotros. El amor que nos tiene desde toda eternidad, antes que el mundo fuera. Como Dios que es nos amó y nos ama y no ha podido apartar ni un instante nuestro ser de su ser. Este amor es la causa de nuestro ser. Por Él con Él y en Él valemos.
Toda su vida fue un acto de amor: nace pobre para consolar a los pobres; huye al Egipto para que los 50 millones de expatriados que ahora han tenido que abandonar su Patria por prejuicios raciales y políticos pudieran hallar consuelo sabiendo que Dios también fue desterrado; trabaja como obrero, para que los proletarios del mundo entero supieran que Dios tomó también la forma de proletario y conoció sus dolores, sus fatigas, sus humillaciones; conoció las persecuciones de los poderosos, de los fanáticos, de los vividores para aliento de los que después de Él han querido dar testimonio de la verdad; quiso aparecer vencido, humillado, fracasado, para que ni aún en estos supremos momentos de dolor nos falte la mirada amorosa del Dios que también conoció esas tristezas; ni aun la muerte quiso eludirla para darnos ánimo en esa hora suprema y para testimoniarnos que partía para prepararnos un lugar en la Casa del Padre y para poder enviarnos el Espíritu Consolador.
Y este amor de Cristo, este amor del Hijo de Dios, este amor de Jesús es el que honramos en la devoción al Sagrado Corazón. Y esta devoción si siempre ha sido amable es hoy la devoción salvadora. ¿Qué es lo que más necesita el mundo en el momento actual? Lo que necesita el mundo hoy es una generación que ame, que ame de verdad, que realice la idea del amor: querer el bien, el bien de otro antes que el propio, el bien de otro a costa del propio bien de la vida; el bien de todos, el bien del pobre y del modesto empleado, el bien de la pobre viuda que no está sindicalizada, de los niños del arroyo; el bien de la prostituta…
Amor es lo que el pobre mundo moderno necesita. Sus dolores son tan inmensos como nunca lo había sido. Y aquí está nuestro deber: darle ese amor. A nosotros nos toca reivindicar lo que es nuestro, lo que constituye la grandeza aun de los errores: lo que es más nuestro, la caridad, el amor de Cristo.
Pero que nuestro amor no sean discursos, libros, preciosas páginas. Ni siquiera que nos contentemos con esgrimir las encíclicas y pastorales: la verdad que hay en ellas es demasiado hermosa y nadie nos la achacará; lo que nos achacan es no haberles dado cumplimiento.
Lo que el mundo requiere son obras, obras como las de Francisco de Asís; de Pedro Claver, de Damián de Veuster… ¿Y cuáles serían, en concreto, esas obras de caridad, de amor? Despertar en nosotros un hambre y sed de justicia. Hambre y sed de la verdad total. Hambre y sed de Cristo: conocerlo, conocer su doctrina, estudiarla en sus consecuencias sociales. Desarrollar la inquietud social, afectarnos por el sufrimiento sobre todo del pobre. Aumentar el sentido social. No descansar cuando vemos el mal; ser inconformistas… que no nos contentemos con ofrecer el cielo a los demás, mientras nosotros poseemos cómodamente la tierra que es la más brutal y amarga de las ironías.
Dar algo que es muy necesario, amor, caridad, comprensión. Estamos tan divididos y necesitamos tanto de amarnos, de comprendernos. Terminar con esas sospechas, desconfianzas, recelos mutuos. Abrazarnos en Cristo. Más unidos entre nosotros. La medida de nuestra unión será la de nuestra unión en Cristo y con Cristo. Unirnos en lo único que podemos estar unidos, en Cristo. Mañana todos en el Corazón de Cristo. En la Misa poner en el Corazón de Cristo a todos los hombres.
¿Y tú? ¿Te das cuenta como te ha amado Dios, o te es difícil verlo? Aprovecha, este mes, de rezar y reflexionar en torno al amor inmenso que te ha tenido Dios. Si no, no existirías siquiera. Acuérdate también de las implicancias sociales de este amor: si Dios nos ha amado así, ¿cómo no amar a nuestros hermanos, nuestra familia, amigos, colegas, o los más vulnerables? ¿Saco las consecuencias sociales de mi amor a Cristo?
¡Los leemos!
Nuestro blogger esta semana es Alberto Hurtado SJ. Fue sacerdote, jesuita, abogado, psicólogo y educador, viajero y amiguero. Trabajó en la Acción Católica, fundó el Hogar de Cristo, y dio muchos retiros y charlas. Se dedicó a la formación de jóvenes, mujeres, hombres y en la última parte de su vida fundó la ASICH y trabajó con líderes sindicales. Según lo que hemos escuchado, le gustaban los tangos, se emocionaba hasta las lágrimas fácilmente (¡era muy sensible! Él no se creía eso de que “los hombres no lloran”); era “acaballado”, y cuentan las malas lenguas, que manejaba muy mal. Fue declarado santo de la Iglesia Católica el año 2005 por Benedicto XVI, y pronunciado Padre de la Patria por el presidente de Chile don Ricardo Lagos. Puedes visitar su tumba en el Santuario Padre Hurtado, en Estación Central (Av. Padre Hurtado 1090).
Bárbara Symmes Avendaño es doctoranda en filosofía de la Universidad de los Andes, licenciada en Historia de la PUC y educadora. Le encanta viajar, el frío, los deportes, los íconos, el cristianismo oriental y tiene alma de apóstol. Hizo su tesis de historia sobre el Padre Hurtado y los jóvenes, y ahora está trabajando temas de relacionalidad, mujer y afectividad desde la filosofía.
Que lindo ese texto de San Alberto, me encanta su frase q dice él que ha mirado Cristo jamás olvidará, porque ese Amor penetra en el más intimo de nosotros. Ese tiempo he buscado consolar ese Amor de Cristo que se siente solo en los Sagrarios y está mas atenta a Cristo que pasa por mi vida en las personas.
Me gusta de la devocion del Sagrado Corazon pq veo cuanto Jesus quiere salvar encontrar a todos.
Inspirador para mi realización personal, más por ser Abogada y enterarme de que el Padre Hurtado también lo fue y su amor a Dios lo llevó a defender a los humildes, a servirlos…
Gracias a los miembros de la Fundación, bendiciones en su obra evangelizadora 🙏🏼
P.D. Rectifico lo de que el Padre Hurtado fue Abogado, se que el Derecho Canónico es materia de estudio en el Seminario.
Gracias.a Dios por el maravilloso e infinito legado de amor y justicia social del Padre Hurtado.