Hoy es la fiesta de un jesuita del que, tal vez, sabes poco: Alberto Hurtado S.J. Aquí, una breve reflexión:
Alberto Hurtado nació en 1901 en Viña del Mar, Chile. El Padre Hurtado, canonizado en 2005 por el Papa Benedicto XVI, fue un hombre que muchos de mis amigos jesuitas conocen. Hoy en Chile él es un héroe nacional.
Alberto nació en una familia que alguna vez fue aristocrática. Cuando tenía 4 años, su padre murió, y su familia, ahora empobrecida, se vio obligada a vivir con parientes. Una beca le permitió asistir al colegio San Ignacio, un colegio jesuita en Santiago. Cuando era adolescente, los domingos en las tardes pasaba mucho tiempo con los pobres de los barrios marginales de la ciudad. Después de graduarse, Alberto consideró convertirse en un jesuita, pero su director espiritual le sugirió esperar hasta que su familia estuviera con una “mejor situación”, como Joseph Tylenda SJ escribe en su libro “Jesuit Saints and Martyrs”.
En marzo de 1918, comenzó a estudiar Derecho en la Universidad Católica de Chile, y siguió visitando a los pobres cada domingo. “Él era incapaz de ver el dolor, y ninguna necesidad”, recordó su director espiritual de entonces “sin buscar una manera de resolverlo”. Aunque el matrimonio tuvo un gran atractivo para él, decidió entrar al noviciado jesuita, lo que hizo en 1923, a la edad de 22. Su dicernimiento encontró confirmación casi inmediatamente. “Aquí me tienes, finalmente un jesuita”, le escribió a un amigo cercano, “tan feliz y contento como uno puede estar en esta tierra!”.
Alberto completó la formación estándar del jesuita –noviciado, estudios en Filosofía, trabajo a tiempo completo y después Teología- antes de ser ordenado en 1933. En el camino ganó la admiración de sus compañeros por su caridad, bondad y devoción. Su vibrante personalidad desmintió el estereotipo de los santos como tipos severos y parcos. “Estar con él era tan agradable porque te hacía sentir tan cómodo”, dijo un amigo. Después de su ordenación, Alberto volvió a enseñar religión a los niños en el San Ignacio, y a los adultos en la Universidad Católica, y además daba los Ejercicios Espirituales.
El compromiso de Hurtado con los pobres perduraba. Adicionalmente a enseñar, trabajó con los pobres chilenos, especialmente con los jóvenes y adultos jóvenes desfavorecidos. En 1940 fue nombrado director de Acción Católica, un movimiento juvenil nacional. Cuestionando el compromiso del país con los pobres y apuntando a la disminución de las vocaciones al sacerdocio, escribió un provocador libro titulado “¿Es Chile un país católico?”.
En 1944, Hurtado tuvo una epifanía: un mendigo se acercó a él en la calle, una fría noche. “Un hombre pobre, en camisa manga corta, que sufría de amigdalitis y temblaba de frío, se me acercó diciendo que no tenía dónde refugiarse”.
Días después, mientras dirigía un retiro de mujeres relató esta experiencia a su audiencia y les pidió que volvieran sus pensamientos a los pobres. “¡Cristo no tiene hogar!” dijo. Continuó: “Cristo recorre nuestras calles en la persona de tantos de los pobres sufrientes, enfermos y desposeídos, y la gente los expulsa de sus miserables barrios marginales; Cristo se acurruca bajo los puentes, en la persona de tantos niños que carecen de alguien a quien llamar padre, que han sido privados por muchos años del beso de una madre en sus frentes… ¡Cristo no tiene hogar! ¿No deberíamos darle uno, nosotros que tenemos la alegría de un hogar cómodo, llenos de buena comida, y los medios para educar y asegurar el futuro de nuestros hijos? ‘Lo que le haces al menor de mis hermanos, me lo haces a mí’, decía Jesús”.
Sus comentarios apasionados inspiraron a las mujeres reunidas a juntar sus recursos, lo que marcó el inicio de la obra por la que Alberto Hurtado es más conocido: el Hogar de Cristo (como un jesuita dijo, esto significa que las mujeres fundaron el Hogar!). Hogar significa “corazón” o “casa”. Hurtado quería dar la bienvenida a la “Casa de Cristo”.
En 1945 abrió el primer Hogar y rápidamente atrajo voluntarios; dentro de pocos años hogares parecidos estaban repartidos por a lo largo de Chile. Estos hogares no solo ofrecían a sus huéspedes refugio, sino que también les enseñaban habilidades técnicas y valores cristianos. Al mismo tiempo, Hurtado continuó con su trabajo de retiros, sus discursos y su trabajo con los jóvenes (en un momento Hurtado vino a los Estados Unidos para visitar la famosa “Ciudad de los Muchachos” del Padre Flanagan, y estudiar sus técnicas de operación y administración). Entre 1945 y 1951 unos 850.000 niños recibieron ayuda del Hogar de Cristo.
Hurtado era un hombre intensamente ocupado. En 1946 compró una camioneta verde para llevar a los niños en riesgo que vivían en la calle de regreso a los refugios. Él los llamaba sus “patroncitos”, sus “pequeños jefes”. Adicionalmente a su trabajo con el Hogar, sus retiros y su cercanía con la juventud, escribió varios libros y fundó la revista Mensaje, una revista católica diseñada para resaltar las enseñanzas sociales de la iglesia, y que sigue siendo orgullosamente publicada por los jesuitas chilenos.
A pesar de su agitada agenda, Alberto comprendió la necesidad del equilibrio entre la oración y el trabajo, esforzándose por ser un “contemplativo en la acción”. Por un lado, el activista es el que en cada momento reconoce “el impulso divino”. Por otro lado, la oración no debe fomentar una “pereza soñolienta bajo el pretexto de mantenerse unidos a Dios”. Me gusta pensar en él como el patrono de los multitareas.
A la edad de 50, sin embargo, Alberto parecía agotado según la impresión de sus amigos. Después de volver de unas vacaciones ordenadas por el médico, descubrió que tenía cáncer de páncreas. El final vendría rápida y dolorosamente. A pesar de todo, durante su sufrimiento a menudo se le oyó decir: “Contento, Señor, contento”. Murió a los 51 años.
Su funeral, en la Iglesia de San Ignacio en Santiago, se llenó con tantos de los pobres que lo veneraban, que muchos de sus amigos cercanos tuvieron que permanecer afuera. Alberto Hurtado fue canonizado por el Papa Benedicto XVI en 2005. Todo Chile celebraba al hombre que el presidente del país llamó uno de los “padres fundadores” de Chile.
Uno de mis amigos jesuitas, Tom, quien recientemente trabajó en Chile, me dijo que una vez conoció a un hombre llamado Juanito, uno de los niños originales rescatados de la pobreza por el Padre Hurtado. Tom visitó la casa de Juanito cuando estaba enfermo, y el anciano comenzó apasionadamente a golpear la mesa diciendo: “¡Este hombre era un santo, un buen hombre que se dio a sí mismo… y su abnegación!”
Tom dijo: “A mí me parecía que los santos son de otro tiempo, ¡pero qué va! ¡Aquí había alguien que lo conocía!”. Juanito murió cuatro días después.
En Santiago, cerca del Hogar de Cristo original, hay un santuario para Alberto, donde muchos van a rezar. Adentro está su aporreada camioneta verde.
18 agosto 2010
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