1. La santidad se reduce a imitar a Cristo en lo que tiene de Dios por la vida de la gracia, y en lo que tiene de hombre por la práctica de las virtudes.
2. Santos, Santos, hombres chiflados por su ideal, para los cuales Cristo sea una realidad viviente. Su evangelio: un código siempre actual. Sus normas: algo perfectamente aplicable a mi vida y que trato de vivirlo. Hombres que se esfuerzan en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría: Esos son los conquistadores del mundo.
3. Un santo es imposible si no es un hombre, no digo un genio, sino un hombre completo dentro de sus propias dimensiones.
4. El primer paso en la vida del Espíritu es sentirse conocido por Cristo, saber que me ama a mí que soy una persona, un amigo de Él.
5. Hacerse conocido de Cristo es la primera gran conquista de la vida espiritual. En esto hay que insistir.
6. Si en estas circunstancias de ahora Cristo se hubiese encarnado y tuviese que resolver este problema, ¿cómo lo resolvería? ¿Obraría con fuerza o con dulzura? ¿Empuñaría el látigo con que arrojó a los vendedores del templo, o las palabras de perdón del padre del pródigo, las tiernas palabras de perdón que dirigió a Magdalena, a Pedro; las de paciencia que repitió tantas veces a sus rudos apóstoles..?
7. …Y lo que yo entiendo que Cristo haría, eso hacer yo en el momento presente.
8. Esa vida de la gracia es la primera aspiración de su alma. Estar en Dios, tener a Dios, y vivir la vida divina, ser templo de la Santísima Trinidad… Y de aquí, ante todo, aprecia el Bautismo que introduce, la Eucaristía que alimenta esa vida y que da a Cristo, y si la pierde, la penitencia para recobrar esa vida.
9. Los que se preocupan de la vida espiritual no son muchos; y desgraciadamente, entre esos, no todos van por camino seguro. ¡Cuántos durante decenas de años hacen meditación y lectura sin sacar gran provecho! ¡Cuantos más preocupados de seguir un método que al Espíritu Santo!
10. La Santidad: una gran confianza en Dios. El mundo necesita vidas santas entregadas a Cristo. La Santidad es lo único que tendrá la mano de Dios. Lo que va a transformar la tierra, es la Santidad. En esta hora del mundo Dios pide Santidad. La Santidad hace renacer la vida. Menos proselitismo y más santidad, menos palabras y más testimonios de vida.
11. Un santo hace al mundo más rico, más bello, más bueno.
12. Han de comprender… los alumnos que su santificación está vinculada a su trabajo escolar: su pupitre, sus libros, su pizarrón, sus láminas, sus tareas, son su instrumento de redención.
13. Cuando un apóstol parte demasiado pronto para la acción o cesa en su trabajo de formación sufre las consecuencias. Uno queda en su acción apostólica al nivel de su verdadero valer. Sólo el santo santifica; sólo la luz alumbra, sólo el amor calienta.
14. Hay otros grupos de hombres, plenamente convencidos de su causa, que han centrado su vida: los santos. Los Santos con mayúscula que están en los altares y los innumerables santos anónimos, que podríamos llamar santos con minúscula, que se debaten en la vida cotidiana contra el mal que los cerca y realizan su vida en la pureza y en la caridad.
15. Hay hombres y mujeres que nunca pasan de actualidad: son siempre modernos; son los santos… En ellos encontramos hermanos nuestros, de nuestra misma raza, luchando por los mismos ideales por los cuales luchamos nosotros afanosamente en nuestros tiempos.
16. Los santos han tenido una misión histórica en su época;… porque han tenido y tienen una misión eterna en la Iglesia: levantarnos a la fe, a la seguridad total de la existencia y del absoluto de los valores del espíritu.
17. Los santos guardan el equilibrio perfecto entre una oración y acción que se compenetra… Todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación.
18. …Mucho espíritu de adoración, con mucha paz interior, con una gran disposición a ser un instrumento de Cristo. En esto está la santidad.
19. Dios creó el mundo para que en él florecieran los santos, para que le entregáramos libremente lo nuestro: cuerpo y alma.
20. El día que no haya santos, no habrá Iglesia.
21. Hambre de santidad, de santidad a imitación de Cristo… de santidad pobre, humilde y dolorosa; siervos de Cristo, ¡¡Redentor crucificado!!
22. ¿Cómo obtener la rectitud de intención? Dominando mis afectos sensibles por la contemplación y la mortificación. Desarrollar en nosotros, por la meditación y la oración, el gusto de la voluntad de Dios. Entonces bajo cualquier disfraz que Dios se esconda lo hallaremos.
23. Buscar en todo, no lo bueno, sino lo mejor, lo que más me acerca a mí a Dios; lo que pueda realizar en forma más perfecta la voluntad divina.
24. Lo mejor es callarse y alegrarse cuando no hay una razón apostólica para hablar. El ansia de crecer en santidad: ojo porque es peligrosa si es con ansia. Que Él crezca, que Él sea grande.
25. Señor, la santidad es hambre y es sed. Dame Señor esa hambre, dame esa sed, para sanar porque estoy enfermo de pequeñas vanidades.
26. La auténtica santidad se consuma siempre en la cruz.
27. La santidad es lo más grande que hay en el mundo, porque es poseer a Dios, tener en la realidad de verdad su vida misma, obrar como Él.
28. Imitar a los santos no es copiar un ideal, ni copiar a los santos. Es dejar como ellos que otro conduzca la persona humana adonde no quiere ir, es decir, que el amor la configure desde dentro según la forma que trasciende toda forma para poder llegar a ser un modelo, no una copia.
29. Aceptan la invitación a la santidad, porque a esto se reduce en primer término el llamamiento de Cristo: para la conquista de las almas hay que ser otro Cristo. Aceptar este ideal es dejar toda ilusión de una vida entregada a la sensualidad y al amor propio, carnal y mundano, y aún al amor espiritual que consista en regalos y consuelos.
30. Para ser santo no se requiere pues sólo el ser instrumento de Dios, sino el ser instrumento dócil: el querer hacer la voluntad de Dios. Los que así obran proceden empapados de sobrenatural, engendrados en su obrar de sobrenatural, deificados. La actividad humana se hace santa mientras está unida al querer divino. Lo único que impediría nuestra santificación en el obrar es la independencia del querer divino. Para obrar sobrenaturalmente, para alcanzar el Infinito no hay más que un medio proporcionado: que Dios obre en nosotros, que el Infinito se encarne en nuestra operación.
31. Para llegar a esa santidad, hay en realidad que sacrificarlo todo; no puede estimarse en poco cualquier cosa a la cual uno se apega. Por poco que esto sea el corazón se apega entero, con tanta fiereza como si se tratara de un bien eximio. Se concentra, intensifica sus afectos. No hay más que un remedio: quitarlo todo, no adherir a nada más que a Dios solo. ¡El santo es el que realiza este deseo!
32. La santidad consiste en ordenar nuestro amor. Voluntad ordenada es la que ama los medios por su razón de medios que lo conducen al fin de su vida (…) Don de Dios es la indiferencia, pero don que requiere mi colaboración quitando de mí el afecto a las cosas criadas en todo lo que es desordenado.
33. Dios ha querido al crearnos, que nos santificáramos. Este ha sido el motivo que explica la creación: tener santos en el mundo; tener hijos en los cuales se manifestaran los esplendores de su gracia. Ahora bien, ¿cómo santificarse en el ambiente actual si no se realiza una profunda reforma social?