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Sociedad y Justicia Social

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

1. Hay dos mundos demasiado distantes: el de los que sufren y el de los que gozan, y deber nuestro es recordar que somos hermanos y que en toda verdadera familia la paz y los sufrimientos son comunes.

2. Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, la salud, el placer, la comodidad: lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de Él un medio al servicio del hombre: le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos.

3. Hay quienes llegan a erigir en sistema su indiferencia; se cruzan de brazos; nada les interesa la justicia social, el bien común. ¿Quién les ha ordenado preocuparse de sus hermanos? Y si después de ellos viene el diluvio, ¡qué importa! Esta actitud es criminal, es un eco de la respuesta que Caín dio al creador cuando le preguntó por su hermano.

4. Se había prometido un mundo nuevo y ¿qué tenemos? Nuestra sociedad sufre hoy un dolor sin precedentes…

5. El pecado del mundo actual es, como en tiempos antiguos, la idolatría, ¡la idolatría del hombre! La civilización ha convertido a la vida moderna en un aparente paraíso cuya llave de entrada se llama dinero. Nuestra época sufre la horrenda tentación del placer sin tasa ni medida. Se busca gozar a cualquier hora, a cualquier precio. La vida del hombre oscila entre dos polos. La adoración de Dios o la adoración de su “yo”.

6. Estos desmedidos gastos que origina una vida social artificial, son causa también de que, con frecuencia, no se mejore la situación del pobre, porque el tren de vida de quienes poseen el capital cuesta demasiado caro.

7. Enorme es el escándalo de quienes ven gozar un sector de la sociedad de todas las delicias de la vida, mientras ellos carecen de todo. Es horrible el contraste entre quienes nadan en la abundancia y quienes se ahogan en la desesperación de la indigencia.

8. ¿Qué tengo que ver con la sangre de mi hermano?, afirmaba cínicamente Caín, y algo semejante parecen pensar algunos hombres que se desentienden del inmenso dolor moderno. Esos dolores son nuestros, no podemos desentendernos de ellos. Nada humano me es ajeno.

9. Odio e inaudita matanza es lo que uno lee en las páginas de la prensa cotidiana; odio es lo que envenena el ambiente que se respira. Somos solidarios con la infinidad de hombres, mujeres y niños que sufren como quizás nunca se ha sufrido sobre la tierra.

10. El mundo hace pecadores a los hombres, pero luego que los hace pecadores, los condena, los escarnece, y añade al fango de sus pecados el fango del desprecio. Fango sobre fango es el mundo: el mundo no recibe a los pecadores. A los pecadores no los recibe más que Jesucristo.

11. El choque más vehemente entre el espíritu de Cristo y el espíritu del “mundo” se realiza en el terreno de las riquezas. Sus puntos de vista son irreconciliables. El uno pone su confianza y su amor en las riquezas de la tierra, a las que aspira como al supremo bien; el otro aspira a los bienes eternos y se sirve de los bienes de esta tierra como de medios para alcanzar los eternos, como de un instrumento de colaboración con Cristo.

12. Toda educación social comienza por valorar la justicia. La justicia parece una virtud desteñida, sin brillo, porque sus exigencias son a primera vista muy modestas, por eso no despierta entusiasmos. Su cumplimiento no acarrea gloria. Es la más humilde de las virtudes.

13. La resignación sólo es legítima cuando se ha quemado el último cartucho en defensa de la verdad, se ha dado hasta el último paso que nos es posible para obtener el triunfo de la justicia.

14. Hay muchos que están dispuestos a hacer la caridad, pero no se resignan a cumplir con la justicia; están dispuestos a dar limosna, pero no a pagar el salario justo…

15. Aunque parezca extraño, es más fácil ser caritativo que justo.

16. Es más fácil ser benévolo que justo. …Benevolencia sin justicia no salvará el abismo entre el patrón y el obrero, entre el profesor y el alumno, entre marido y mujer.

17. La caridad comienza donde termina la justicia.

18. La injusticia causa enormemente más males que los que puede reparar la caridad.

19. Nuestro país tiene una inmensa urgencia de que un mínimo, al menos, de bienestar sea extendido a gran número de ciudadanos que hoy carecen de una vida que se pueda llamar humana.

20. Hay quienes llegan a erigir en sistema su indiferencia: innumerables son los que, al menos, en la práctica, se cruzan de brazos, indolentes ante el porvenir, desinteresados del bien común, del progreso de la justicia social, del bienestar de sus hermanos. Poseen bienes y los gozan… Muchos así proceden no por malicia, sino por desconocimiento de los hechos y por falta de reflexión de la doctrina. Hay en ellos más ignorancia que malicia.

21. Ser testigo de Cristo significa cumplir con todas mis obligaciones de justicia frente al prójimo. De justicia en primer lugar y luego superarlas con una espléndida caridad que vaya a llenar lo que la justicia no ha podido colmar…. Justicia que el cristiano debería amar casi diría con rabia. Jesús dijo con hambre y sed que son las pasiones más devoradoras.

22. Hay un hambre ardiente, atormentadora de justicia, de honradez, de respeto a la persona; una voluntad resuelta a hacer saltar el mundo con tal que terminen explotaciones vergonzosas; hay gentes, entre los que se llaman mis enemigos, que practican por odio lo que enseño por amor…

23. Con claridad meridiana aparece que si queremos una acción benéfica, hay que atacar en primer lugar la reforma misma de la estructura social, para hacerla moral. No podemos aceptar una sociedad en que todo esfuerzo de generosidad, de abnegación tenga que dirigirse a socorrer a seres miserables. Dándole a la sociedad una estructura adaptada al hombre, a sus dimensiones reales, las miserias serán menos frecuentes.

24. En la construcción de un orden social cristiano la primacía corresponde a lo sobrenatural… El primer elemento de restauración social no es la política, sino la reforma del espíritu de cada hombre según el modelo que es Cristo.

25. Buscar el dinero para hacer el bien, sí, pero con tal que se comience cumpliendo con la justicia. Hacer la caridad faltando a la justicia es reírse de Dios.

 

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"Lo que no sepa Juanito no lo sabrá nunca Juan… por eso desde pequeños: darles catequesis."