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El milagro que permitió que el Padre Hurtado fuese santo

Escrito por Fundacion Alberto Hurtado

Cuando no tenemos explicaciones, cuando la ciencia médica dice hasta aquí llegamos, cuando buscamos palabras para tratar de entender que algo extraordinario ha ocurrido, hablamos de un milagro.

Eso ocurrió con Viviana Marcela Galleguillos Fuentes. Una joven que estudió arquitectura y que en 1996 estaba en el colegio. Ese año fue crucial en su vida. Un accidente automovilístico junto a un grupo de amigos, pudo haber truncado su vida. Sin embargo, eso no ocurrió.

Las consecuencias del accidente

El accidente ocurrido cerca de Papudo la dejó con un problema cerebral de extrema gravedad, que durante varios días parecía insalvable. En el hospital de Valparaíso los médicos le advirtieron a sus padres que no se hiciera grandes ilusiones, pues la situación clínica no daba esperanzas.

Su padre se vino a Santiago al santuario del Padre Hurtado y aunque era de madrugada, él rezó y esperó hasta que se abriera para poner su caso en la tumba de este gran hombre. Sería él quien haría de intermediario frente a Dios todopoderoso para volver a la vida a su única hija. El padre hizo su oración de petición y la dejó estampada en el libro que hay en la tumba.

Su madre y sus abuelos hicieron otro tanto con cadenas de oración.

Sin explicación

A los 12 días, ella despertó como de una gran siesta, sin explicarse por qué se encontraba ahí. No tenía vestigios de nada, no había secuelas de ninguna especie. Los médicos no tenían explicación.

A los dos días se había retirado del hospital por sus propios medios. Entonces vinieron a dar gracias a la casa del Padre Hurtado y describieron su caso nuevamente en el libro.

Este hecho sirvió para que se iniciara la investigación por parte de la comisión médica chilena y luego lo hicieran en Roma. El proceso fue largo, pero finalmente se reconoció que la intercesión de Alberto Hurtado, había permitido que Vivi, como la llaman todos, pudiera encontrarse en medio de nosotros gozosa y agradecida de la nueva vida que el Señor le regalaba.

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"Debieras caer de rodillas ante el Padre y decirle: Gracias, Padre mío, porque puedo dar."