Estamos celebrando el Día del Trabajo. Hacemos memoria una vez más de aquellos mártires de Chicago que buscaban reivindicar una jornada laboral de ocho horas, pues los movía la máxima de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.
Pero sabemos que, junta este hecho puntual, también había un impulso de solidaridad hacia sus iguales, pues una jornada de ocho horas haría posible que existieran más puestos de trabajo, especialmente en un tiempo donde estos escaseaban.
Así, la dignidad de su lucha por humanizar la jornada laboral estaba fortalecida, ya que no solo velaban por lo propio, sino que se hacían cargo de sus hermanos cesantes. Esta solidaridad fue lo que les dio fuerza e hizo que creciera el apoyo frente a sus reivindicaciones.
Esta misma solidaridad es la que debemos propiciar en este tiempo, pues se echa de menos. Hoy no es natural pensar en grupo. Más bien, solemos pensar en singular. Y es justamente lo que persigue el modelo económico imperante: desmembrar, romper todo lazo. Tal vez una de las grandes victorias del capitalismo es la atomización de la vida social. Puede que ocupemos una considerable parte de nuestro tiempo en redes sociales, puede que estemos sobre informados de lo que sucede, opinando en uno u otro medio, pero ello no quiere decir que seamos capaces de vivir en red, conectados y haciéndonos cargo de las necesidades de los demás.
Por ello, hoy como en tiempos pasados, es bueno entusiasmar y animar todo lo que concretamente sea una invitación a unirse, a solidarizar, a buscar juntos ciertas metas. En ese aspecto, ha llamado la atención la dimensión que ha alcanzado el movimiento NO+AFP. Quiera que la presencia y la suma de muchos en las marchas sea un reflejo de un interés real de encontrar un camino de beneficio colectivo, y no solo de alcanzar un trozo de torta más grande para comerlo solito, sin importar lo que le pase al otro.
Precisamente este hecho, la solidaridad, la capacidad de unirse con otros, es lo que el Padre Hurtado consideraba una de las fuerzas del movimiento sindical, pues veía en ello “una fuerza creadora de orden social, orden que solo se alcanza cuando hay equilibrio interior, cuando cada elemento de la sociedad ocupa un sitio de acuerdo a los planes del Creador”.[1] Esta unión permitiría que los trabajadores encaminaran “su acción a sustituir las actuales estructuras capitalistas inspiradas en la economía liberal por estructuras orientadas al bien común y basadas en una economía humana”.[2]
Sin duda, aún estamos lejos de esto. No podemos decir que el orden social que tenemos en nuestro país está basado en una economía humana. Más bien, prima el ansia desmedida de una ganancia sin límites, aun a costa del bienestar de los mismos trabajadores.
Tal vez, lo que hemos olvidado es el significado mismo del trabajo. Más que considerarlo un bien de consumo y por lo tanto, de enriquecimiento, el trabajo “nos sugiere no solo un medio para ganar la vida, sino una colaboración social“[3] y es “el esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad, personal en su origen, fraternal en su fines, santificador en sus efectos“.[4]
En este día que ponemos la mirada en el mundo trabajador, debiéramos tener presente que toda persona que trabaja, busca ante todo el respeto, la validación de su esfuerzo como un aporte real al progreso de nuestro país, y por ello mismo, no buscan ni quieren “benevolencia, sino justicia, reconocimiento de sus derechos, de su igualdad de persona. Ningún otro substitutivo lo puede satisfacer“.[5]
Feliz día del trabajo.
P. Jorge Muñoz A., SJ – Rector Santuario Padre Hurtado
[1] Sindicalismo. Editorial Del Pacífico S.A., Santiago, 1950. En Obras Jurídicas Completas. Lexis Nexis, Santiago, 2005, p. 202
[2] Sindicalismo… p. 205
[3] Moral Social. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2004, p. 229
[4] Moral Social… p. 229
[5] El Sentido Social: el legado ético del Padre Hurtado. Ediciones Ignacianas S.A., Segunda Edición, Santiago, Septiembre 2005, p.92