Los seres humanos somos seres de rituales y gestos, de eventos que se repiten todos los años, y que nos hacen volver sobre lo esencial y pasan a formar parte de nuestra identidad. Los cristianos católicos nos movemos en torno al año litúrgico, que nos lleva a meditar más intensamente en los misterios de la Encarnación durante los diferentes meses del año, una y otra vez, en una experiencia que ojalá se haga siempre más profunda. Nuestros antepasados y hermanos mapuches celebran el solsticio de invierno todos los 24 de junio, el Wetripantu. Año a año, saliendo del invierno y con la llegada de primavera, todos los chilenos nos alegramos con la llegada de las fiestas patrias, que según los hermanos extranjeros que las han vivido, son realmente únicas por el ánimo de las personas, el orgullo patrio que llena los corazones hasta de los más apáticos, y todas las empanadas, chicha, anticuchos, todo lo que comemos y bailamos en esas fechas…

Ya nos preparamos en el Santuario Padre Hurtado para un hito único, que también se repite año a año y que nos quiere invitar a todos a profundizar en el sentido social: el Mes de la Solidaridad, que se celebra cada año en Chile en honor a San Alberto, que murió el 18 de este mes. Ya les iremos contando más cosas del Mes, pero desde ya, los queremos dejar invitados a venir al Santuario, expresar su compromiso por Chile y pedirle a Dios por nuestro país mediante la intercesión de San Alberto por el bien común.

En agosto, se ha ido instalando un gesto de piedad popular para el Mes de la Solidaridad que los queremos invitar a vivir. Según el Vaticano, la piedad popular designa a

“las diversas manifestaciones culturales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura” (Directorio sobre piedad popular y liturgia).

El pueblo hace suya la fe cristiana mediante la piedad popular, con sus propios códigos, cultura, geografía y ambiente. Somos seres corporales y espirituales, y es través del cuerpo, además del espíritu- que nos relacionamos con Dios y lo divino.

En Chile, al terminar el invierno, en agosto, florecen los aromos, y también es el mes en que murió Alberto, en 1952, de un cáncer al páncreas. Gabriela Mistral, en un epitafio que publicó en la Revista Mensaje ese año, respondiendo a una petición atrasada del Padre Hurtado, invitaba a que “alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo sobre la sepultura de este dormido que tal vez será un desvelado y un afligido mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente”. Geografía, estaciones, carácter nacional, religiosidad y el contacto entre dos personajes históricos esenciales en la historia chilena – uno de los cuales según don Ricardo Lagos, fuera un “Padre de la patria”, y la otra, primera premio nobel latinoamericana- dan origen a este gesto.

Muchos vienen este mes, aceptando la invitación de Gabriela Mistral, a dejar un ramo de aromo en la tumba del santo, y profundizar en su compromiso por Chile y el sentido social mediante este gesto de piedad popular y solidaridad cívica. El aromo no es solo un llamado religioso, sino que se extiende a toda la ciudadanía que aprecia a Alberto Hurtado y a su lucha por el bien común. Como dicen los papas, el gesto quiere convocar “a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”. Los chilenos y chilenas han respondido, canalizando en el poner un aromo sobre la tumba del Padre Hurtado el deseo de un país mejor, más unido y fraterno.

¡Ven con los tuyos y trae tu aromo en agosto! Visítanos con tu familia, compañeros y compañeras de oficina, con tu curso, tus vecinos y renueva tu compromiso por un Chile mejor y más fraterno.